La ducha escocesa es un método de hidroterapia que consiste en pasar rápidamente del agua caliente a la fría. Para el Gobierno central es, también, una manera de referirse a la forma de actuar de la Generalitat, cuyos cambios de actitud ante Pedro Sánchez son constantes. «Ahora calor, ahora frío, otra vez calor, de nuevo frío…», señala un ministro. Otro habla de las «pataletas» del Govern, que tan pronto retira el apoyo parlamentario al Ejecutivo socialista como se lo vuelve a prestar, que ve una «provocación» la cita del Consejo de Ministros el próximo viernes en Barcelona y se desdice. Pero nada de esto, en principio, va a cambiar la política del Gobierno con Cataluña, basada en el «diálogo» y los intentos de contener la escalada dialéctica, según fuentes de la Moncloa.

Tampoco el resultado de las recientes elecciones andaluzas, donde la derecha ha superado a la izquierda con un discurso territorial muy beligerante, influirá en exceso en Sánchez, que aun así prometió el pasado miércoles en el Congreso una respuesta «contundente» si el president, Quim Torra, retoma la vía unilateral. Ni los miedos de una parte de los presidentes autonómicos socialistas (sobre todo del castellanomanchego Emiliano García-Page y el aragonés Javier Lambán, quienes ya hablan de ilegalizar el independentismo) a perder el poder en las elecciones de mayo. Ni las presiones del PP y Ciudadanos para activar el artículo 155 de la Constitución.

EL PEAJE ELECTORAL / Más allá de alguna modulación en su discurso frente al independentismo, más firme que cuando llegó a la Moncloa, Sánchez mantendrá la senda seguida hasta ahora. Es consciente, según sus colaboradores, de que esta actitud, que incluye reunirse con Torra durante su visita a Barcelona, puede alejar a un electorado que, aunque progresista, no soporta la retórica inflamada del independentismo y puede ser persuadido por discursos que reclaman medidas excepcionales en Cataluña.

«Este Gobierno quiere resolver el problema catalán, no vivir de la confrontación», respondió el presidente el viernes en Bruselas cuando le preguntaron si teme la factura que le pasarán las urnas por no ser más duro con el independentismo. Ayer, en el aniversario de la ONCE, Sánchez abogó por la «cohesión» y el «diálogo sereno y sensato dentro de la ley» para resolver los problemas de la sociedad.

PRESUPUESTOS / En el mismo acto, Sánchez destacó que la mejor herramienta para cohesionar cualquier sociedad es la fraternidad y la solidaridad e incidió en que, tras años de crisis económica y social, el Gobierno pretende aprobar los Presupuestos Generales del Estado para el próximo año.

También hay otro argumento menos altruista para continuar así: una ruptura total con ERC y el PDECat abocaría al líder socialista a convocar elecciones anticipadas, ya que la estabilidad del Gobierno pasa por mantener la mayoría parlamentaria que le llevó al poder gracias a su moción de censura contra Mariano Rajoy por el caso Gürtel. La voluntad de Sánchez, explican en su entorno, es aguantar. No celebrar comicios en marzo, ni tampoco en mayo, coincidiendo con las autonómicas y municipales. Esta última posibilidad no es descartada por algunos de los ministros más cercanos al presidente (como el de Fomento, José Luis Ábalos), pero provocaría que se votara en todos los comicios en clave nacional, algo que rechazan los alcaldes y líderes territoriales socialistas.

En términos de ducha escocesa, esta semana empezó muy caliente y acabó bastante más fría. Tras la inacción de los Mossos d’Esquadra frente a los cortes de carretera de los Comités de Defensa de la República (CDR), el Gobierno envió tres cartas a la Generalitat. En una de ellas, el titular de Interior, Fernando Grande-Marlaska, anunció al conseller del ramo, Miquel Buch, que enviaría a la Policía Nacional a Cataluña si los Mossos no garantizaban la seguridad.

CAMBIO DE ESTRATEGIA / Pero a partir de ahí todo cambió. El Govern dejó de cargar contra la celebración del Consejo de Ministros en Barcelona, y Sánchez, durante su comparecencia en el Congreso sobre la situación en Cataluña, evitó anunciar nuevas medidas.

Ahora, los dos ejecutivos ya negocian los términos de la futura cita entre Sánchez y Torra, que hace solo unas semanas se daba por casi imposible. La Moncloa asume que la reunión no gustará a una parte de los votantes socialistas, pero considera que hubiese sido más dañino que la única imagen fuese la de radicales independentistas emboscados en las calles de Barcelona mientras el Gobierno se reúne en la Llotja de Mar.

«Los protagonistas no serán los incidentes en la calle, sino dos personas que se dan la mano -argumentan en el Ejecutivo-. Si no se hubiese cerrado esa reunión solo transmitiríamos que somos incapaces de hablar».