Pedro Sánchez aceptó este jueves el encargo de Rey para someterse a la votación de investidura como presidente del Gobierno sin tener aún atados los apoyos que necesita y sin haber comenzado siquiera las negociaciones. No hay fecha fijada, ni tampoco un plazo máximo para convocar el pleno en el Congreso, pero el líder socialista dejó entrever que manejará los tiempos para atornillar a los principales partidos, a los que exige respaldo por «responsabilidad».

La semana que viene llamará a la Moncloa a Pablo Casado, Albert Rivera y Pablo Iglesias, dirigentes a los que sitúa en el mismo nivel, aunque obviamente desde expectativas distintas. En su comparecencia desde la Moncloa, ya por la noche, Sánchez dejó entrever que aspira no solo al apoyo de Unidas Podemos, sino que también busca una abstención que Albert Rivera se niega a ofrecer incluso en una segunda votación.

«Debemos poner todos de nuestra parte para que la legislatura empiece a andar cuanto antes», les reclamó, y pidió que tengan «altura de miras» porque son quienes «pueden facilitar o bloquear la investidura». «Las cuatro fuerzas parlamentarias tenemos que encontrar ese punto de equilibrio para facilitar la conformación del Gobierno», insistió. No puso fechas más allá de un vago «cuanto antes», que llegará en todo caso después de reunirse con Casado, Rivera e Iglesias en una ronda y el resto de grupos parlamentarios en otro formato que no concretó.

Tic tac de la oposición / Que Sánchez no tiene las negociaciones de gobernabilidad avanzadas lo había confirmado Iglesias a primera hora de la tarde. El secretario general de Podemos admitió que no mantiene contacto con el candidato desde hace dos semanas y que nada se ha allanado. Cree Iglesias que Sánchez retrasa deliberadamente las conversaciones para intentar atraer a Cs.

Sin más armas que sus discretos resultados electorales, volvió a reclamar una coalición de Gobierno, fórmula que Sánchez no mencionó en su comparecencia. De hecho ni siquiera citó al líder morado como socio preferente y lo metió en el mismo saco de presión que a Casado y Rivera.

Cuando Sánchez compareció finalmente, la oposición llevaba horas reclamándole que acelere la investidura. Casado, achacó la ausencia de conversaciones al un cálculo partidista. «La petición es que esta investidura no se dilate, que el tacticismo dé paso a la responsabilidad», pidió desde su comparecencia en el Congreso. Insistió en que Sánchez no contará con la abstención del PP, aunque en el 2016 el PSOE acabase permitiendo la presidencia de Mariano Rajoy.

En términos similares, Rivera también negó que vaya a abstenerse. «¡Que no!», respondió a la enésima pregunta al respecto y le pidió al socialista «que no se demore y que ponga en marcha el Gobierno».

Cataluña, en la Zarzuela / Laura Borràs (Junts) inauguró la jornada con una reunión con el jefe del Estado, al que sugirió que sea «árbitro» y descuelgue «teléfonos» para intentar solucionar el problema catalán en vez de ser el Monarca «del discurso del 3 de octubre», en referencia a la alocución que pronunció dos días después del referéndum ilegal. La diputada explicó que fue a la Zarzuela para ser «altavoz» de los «presos políticos» y entregarle una carta de Jordi Sànchez, que no pudo verse con el Rey porque el Supremo no le dio permiso.

Las mayorías / Borràs confirmó que los tres diputados de Junts que han sido suspendidos (Josep Rull, Jordi Turull y Sànchez) no renunciarán al acta, como adelantó este diario el 24 de mayo, por lo que en vez de participar en la votación los 350 diputados lo harán 347. En ese caso, en la segunda votación de investidura, en la que Sánchez solo necesita más síes que noes, la decisión de los independentistas allana que salga elegido.

El dirigente socialista (con 123 escaños) solo necesitaría los apoyos favorables de Podemos (42), PNV (6), Compromís (1) y el Partido Regionalista de Cantabria (1) y la abstención de Unión del Pueblo Navarro (2) para conseguir ser reelegido. El marcador quedaría así con los 347 votos emitidos: 173 a favor, 172 en contra (PP, Ciudadanos, Vox, ERC, JxCat, EH Bildu y Coalición Canaria) y 2 abstenciones (Navarra Suma).

Pero Sánchez intenta evitar a toda costa salir elegido presidente del Gobierno con el apoyo directo o indirecto de los independentistas, ya que sería utilziado como arma arrojadiza por PP y Ciudadanos a lo largo de toda la legislatura.

A esta situación se añade la crisis de Navarra, donde los socialistas aún mantienen el pulso con Ferraz en un intento de lograr el apoyo de Bildu para gobernar la Comunidad foral, a lo que se opone tajantemente la dirección socialista nacional que ve otro escollo político.