Miguel Sanz, candidato de UPN a la presidencia del Ejecutivo foral, volvió a ofrecer a los socialistas la oportunidad de "trabajar juntos" por el "interés" de los navarros. En la presentación de su programa de gobierno, con un claro contenido social, quiso aislar a Nafarroa Bai y ganarse la confianza de los socialistas, sabedor de que con un gobierno en minoría precisará de apoyos externos.

Dos meses y medio después de las elecciones, el Parlamento navarro afrontó la primera de las tres sesiones de investidura. Hoy llegará el turno de las réplicas del resto de grupos y la primera votación, en la que se precisa mayoría absoluta, por lo que se prevé que sea mañana, con el apoyo de sus socios de Convergencia de Demócratas de Navarra (CDN) y la abstención de los parlamentarios socialistas, cuando Sanz sea elegido presidente.

Su discurso, de una hora y diez minutos, no fue aplaudido por la oposición, pero sirvió para comprobar que iniciará su cuarto mandato con su contundente estilo de siempre, aunque con muchos guiños a los socialistas. Necesita estabilidad, puesto que su Gobierno no tendrá mayoría absoluta, y el PSN es el único partido que puede dársela. Incluso lanzó, como "gancho", la posibilidad de colaborar en materia de Bienestar Social.

CURA EN SALUD Pero su discurso también incluyó una advertencia a la oposición: convocará elecciones si Navarra "se hace ingobernable". También optó por curarse en salud, ante una legislatura en la que tendrá que buscar apoyos para sacar adelante sus iniciativas, y adelantó que no será suya toda la responsabilidad de lo que suceda en los próximos cuatro años.

Sanz afirmó que su programa es el que "más fielmente" ha respondido a la voluntad de los ciudadanos. Volvió a demostrar que Nafarroa Bai es su particular bestia negra, cuando explicó por dónde pasa la "clara línea divisoria" entre nacionalistas vasquistas y constitucionalistas. Cifró el respaldo ciudadano a este segundo grupo en el 76% de la Cámara, ya que sumó a los representantes de UPN, CDN, PSN e IUN. Es decir, dejó a Na-Bai como la única formación "que no respeta el actual estatus institucional".

La primera parte de su discurso estuvo centrada en las relaciones con el País Vasco. Sanz aseguró que Navarra no tiene ningún problema de territorialidad y se preguntó si, en algún momento de la historia, la comunidad foral y el País Vasco han tenido alguna institución común. Unicamente encontró un nexo de unión: "Ambas pertenecemos a una misma realidad nacional, que se llama España".

Sanz afirmó que su programa ha de ser necesariamente "abierto y posibilista", por lo que reclamó apoyo para conseguir una Navarra "sin nubarrones en su horizonte institucional, libre de violencia, solidaria y próspera".

En esta ocasión no aludió a la "venta" de Navarra en las negociaciones entre el Gobierno central y ETA, aunque sí se refirió a la creación de un órgano de colaboración entre el País Vasco y Navarra, como reclaman los nacionalistas. En su opinión, esta posibilidad es "ficticia", porque no beneficia a los ciudadanos. "Nada impulsaré al margen de la Constitución", proclamó.

RETOS En la parte final de su intervención desgranó las líneas maestras de su programa. Antes de repasar los retos de cada departamento de su Gobierno avanzó que esta será la legislatura del "fortalecimiento del capital humano", después de años de grandes esfuerzos inversores en tecnología. Consideró "urgente" crecer en población y apostó por la inmigración como alternativa.

En el plano económico, planteó reducir considerablemente el impuesto de sociedades, el auténtico caballo de batalla entre las haciendas forales vascas y las comunidades limítrofes gobernadas por el PP.