"Me parece un sinsentido que España forme a jóvenes investigadores para que otros países cosechen los frutos de su trabajo". Leticia Díaz Beltrán, bióloga de sistemas de 32 años, es uno de esos cerebros a los que la falta de medios y recursos ha obligado a emigrar para poder desarrollar su investigación. Un estudio sobre las bases genéticas del autismo y otras enfermedades autoinmunes que le ha hecho merecedora del interés de la Universidad de Harvard, donde trabajará durante un año.

Premio Nacional Fin de Carrera, Díaz Beltrán inició su investigación de posgrado en 2010. Pero los fondos se acabaron rápido, y mientras buscaban otra fuente de financiación investigando gratis durante más de un año para evitar que todo el trabajo previo desarrollado quedase en nada, según explica por correo electrónico desde Boston, donde lleva asentada desde el pasado mes de junio. Una opción posible dado que al residir en Jaén, tenía el alojamiento y la comida garantizado por su familia, y para su investigación solo son necesarios los potentes ordenadores de los que ya dispone la Universidad y el acceso a bases de datos.

Por fortuna, el departamento de Biología de Sistemas de la Universidad de Jaén colaboraba desde hacía años con un grupo similar en el centro universitario estadounidense, por lo que el director de este proyecto, el doctor Dennis Wall, decidió llevarse a la joven consigo para garantizar la viabilidad del estudio. "En Harvard se quedan con la boca abierta cuando digo que trabajé gratis", destaca, "aquí se valora mucho a los estudiantes de Doctorado, no entienden que España no invierta más en investigación".

Su caso es excepcional, según confirma el responsable del departamento jiennense, Francisco Esteban, quien no tiene que esforzarse mucho para recordar alumnos que se han visto obligados a marcharse de España o abandonar la investigación. "Las ayudas públicas son cada vez más escasas, hay más competencia de proyectos y tardan más en hacerse efectivas", señala. Tampoco las empresas privadas, especialmente las farmaceúticas, escapan a la crisis, y se lo piensan también más a la hora de financiar proyectos con plasmación terapéutica.

Cuando termine su estancia en Boston, Leticia aspira a volver a su país, aunque reconoce que “el panorama ahora mismo es desolador”. “Las posibilidades de continuar investigando aquí con cierta seguridad son muy remotas”, concluye y lamenta que recién doctorados que emigran “va a ser muy difícil que se les pueda recuperar, ya que no salen puestos en las universidades y los centros de investigación”.