Cuando la clase dirigente de la derecha política española lea el libro de José Ignacio Wert, ministro de Educación, Cultura y Deporte entre el 2011 y el 2015, quizá enarque las cejas y acaso se produzca el debate que el Partido Popular necesita. Bajo el título de 'Los años de Rajoy' (editorial Almuzara), Wert, probablemente el ministro más impugnado en Cataluña por su pronunciamiento en el Congreso en octubre del 2012 según el cual había que "españolizar a los alumnos catalanes", ha elaborado un largo y pormenorizado análisis del tiempo de mandato del presidente del PP que empezó en el 2011 y concluyó en el 2018, en tres modalidades de Gobierno: mayoritario, en funciones y minoritario hasta la moción de censura que ganó Pedro Sánchez el 1 de junio de ese año.

Antes de llegar al ministerio, Wert disponía ya de una larga carrera profesional en el sector privado en el que acreditó unas capacidades extraordinarias en el mundo de la sociología y la consultoría. Fue un articulista brillante y agudo, un polemista solvente y una referencia de brillantez. No se sabe por qué aceptó regresar a la política y, mucho menos, comportarse en ella como ministro con una escasez de recursos que desmentían su trayectoria anterior. Ahora revalida su lucidez en este texto que presentará el propio Mariano Rajoy el próximo día 23 en una librería emplazada en el tramo alto del Paseo de la Castellana.

Wert no solo no ataca a quien le nombrara ministro de Educación, Cultura y Deportes, sino que también, en un ejercicio de orfebrería argumental contradictorio, lo defiende a capa y espada y, al tiempo, critica su gestión -incluida la propia- aunque lo haga con elegancia y sin contemplaciones. Dice del entonces presidente del PP y del Gobierno que su credo vital giraba "en torno a tres ejes". "Siguiendo la taxonomía política convencional, encuadraríamos a Rajoy como 'liberal' (la cursiva es suya), como 'conservador' y como 'moderado'", afirma.

CIRUGÍA NO SIN DESGARRO INTERNO

Tales connotaciones son el prólogo para explicar que Rajoy creyó "hasta el final que el independentismo no recorrería el último kilómetro de su desafío". "Lo creyó con ocasión de la consulta del 9 de noviembre del 2014 y lo volvió a creer ante el referéndum del 1 de octubre del 2017", añade. Lo cual no es una revelación especial porque el propio interesado lo refiere en su escapista libro 'Una España mejor'. Pero sí lo es lo que Wert relata a continuación: "Solo el 'shock' de este último acontecimiento (la consulta ilegal del 1-O) le convenció de que no podía gestionar la situación sin cirugía. Pero no sin desgarro interno". No es precisamente un elogio que el jefe del Gobierno no viese venir los acontecimientos y entrase en 'shock', ni tampoco el despiste completo del Gabinete que Wert describe sin cortarse sobre la naturaleza de las transformaciones que se estaban produciendo.

Porque en relación con la "cuestión catalana", reconoce, "la conversación interna resultó muy insuficiente tanto en frecuencia como en intensidad". "Creo que el temor a que la cuestión pudiera derivar en una división interna susceptible de salir al exterior ... llevó al presidente a mantener estos debates en el marco acotado en que se produjeron. Pero creo, igualmente, que se hubiera debido debatir con más profundidad y más perspectiva dentro del Consejo y no solo en eso que los argentinos llaman la 'mesa chica', el círculo más reducido de consejeros (ministros y asesores) que se ocupan más de cerca de la cuestión".

El capítulo (el 13) que Wert dedica a la "cuestión catalana" confirma las peores suposiciones sobre el descuido y la imprevisión del Gobierno en el manejo político del proceso soberanista. Porque, en el fragor del ataque al independentismo, el autor no deja de reconocer ni uno solo de los fallos gubernamentales que remite en particular a una falta de teorización y análisis del problema, a un descuido absoluto por la narración alternativa a la del secesionismo, a una clara subestimación del adversario y a una ausencia de ejercicio político para tratar la crisis. Y testimonia paladinamente que "Artur Mas era en última instancia un interlocutor con el que se podría haber llegado a reconducir algún extremo de la situación para evitar un desenlace como el que tuvo lugar " en el 2017.

UN "ALTO PRECIO"

No se queda ahí el exministro porque respecto del referéndum ilegal reconoce que "por déficit de previsión, por déficit de información o por déficit de decisión" no se evitó "la 'representación' (de nuevo la cursiva es suya) dramática en que consistió el 1-O y pagó (el Gobierno) un alto precio en la escena internacional". Reconoce también que hubo un "exceso de confianza" y confiesa abiertamente que "en el Gobierno se pensó que no habría urnas, que no habría papeletas, que no habría soporte informático de censo y de recuento y que no abrirían los centros designados para ello". "Y esas previsiones fallaron una detrás de otra", apunta. Wert no deja de lado la "deslealtad mayoritaria de los mossos", pero no ahorra crítica a las carencias del Ejecutivo.

La derecha española, sumida en un desconcierto estratégico que llevará a parte de sus votantes, de persistir como hasta ahora, a inclinarse por su expresión más extrema, requiere de una autocrítica inteligente como la de Wert en este libro que he podido comprobar personalmente no ha sido aún leído por los dirigentes y cuadros del PP y que podrían acudir a su presentación con esa indolencia que a algunos les distingue.

Por lo que a Cataluña respecta, el PP y Cs siguen sin plantear una alternativa a la de la coalición gobernante que sea contrapunto del acuerdo PSOE-ERC. El desconcierto y falta de ideas de los populares de hoy en este asunto es parecido al del Ejecutivo en el que participó Wert (2011-2015) y al que el exministro observó en su tramo final desde París (2015-2018) en su condición de embajador de España ante la OCDE. Cuando lean su libro, van a dar un respingo si es que en la calle Génova 13 de Madrid hay vida inteligente.