Esperanza Aguirre es siempre, por méritos propios, piedra de escándalo. Y como preside la Comunidad de Madrid, que tiene su peso en España, se convierte en un escándalo nacional con mucha facilidad. Más aún si su aparición se produce en un marco como el Congreso de los Diputados. Ahora se trata de la financiación de Madrid. El argumento de Esperanza Aguirre sobre esa financiación resulta insoportable: quiere que Madrid recoja las inversiones del Estado con los mismos criterios que Cataluña. No ha habido nadie que haya mostrado la menor simpatía por el argumento. Pues claro.

¿Claro? ¿Por qué está claro? Dejemos de lado, por un momento, las diferentes maneras de calcular lo que invierte el Estado en cada comunidad autónoma. De lo que se trata, en este caso, es de fijar un principio. Y lo cierto es que, según el nuevo sistema, la inversión en Cataluña se debe hacer en función del PIB y de lo que aporta al fondo común. Cuestión de principio. ¿Vale para todos o solo para algunos?

Yo estoy en contra de ese principio porque creo que el sistema está mal diseñado. Y ese diseño es salvajemente injusto si pensamos, por no ir más cerca, en el País Vasco, que está fuera de la solidaridad intercomunitaria, o sea, fuera del Estado de las Autonomías. Ahora, se ha fijado una vía intermedia que es la que sirve para engarzar a Cataluña en la nueva reorganización. En Cataluña no se ha invertido lo suficiente en los últimos años. Imaginemos que estamos todos de acuerdo en eso. Habría entonces que arreglarlo. Pero, ¿se arregla con un sistema estable que marca proporcionalidad entre las comunidades y aparca la solidaridad? A lo mejor, decidimos eso; bueno, ya lo hemos decidido.

Con ese criterio, solo quedan dos autonomías que puedan aportar a los fondos comunes, pues se salen por arriba de la media de PIB por habitante. Baleares y Madrid. Baleares ya lo veremos, si aguanta el turismo. Esperanza Aguirre viene a montarla y explica: "Yo quiero lo mismo que Cataluña". No dice que quiera más. Y queda por hacer el ajuste de las cuentas para que no haya truco, que todo es esperable de ella. Pero, ¿vale o no vale el principio?

Yo estoy de acuerdo en que parte de lo que pago a Hacienda se vaya, por ejemplo, a Extremadura para comprar ordenadores a los chavales de Mérida. Tengo mucho menos claro, también por ejemplo, que en próximas fechas haya que financiar el más que previsible crac del sistema sanitario vasco para sostener una atención que es mejor que la que yo recibo.

Por lo primero, estoy en radical desacuerdo con Esperanza Aguirre. Pero por lo segundo, me sumo a su petición, sea en la dirección que sea: yo quiero ser catalán. Igual, ni mejor ni peor. Escándalo de señora.