Hasta ahora, cada vez que José Luis Rodríguez Zapatero escuchaba las palabras "reducir ministerios" saltaba como una pantera. No, no, no. No pensaba eliminar ningún departamento ministerial, menos aún aquellos que le pide el PP y que él considera consustanciales a su proyecto político. Véase Igualdad o Vivienda. Pero en el último mes todo está cambiando. Los acontecimientos financieros de la primera semana de mayo, esa en la que según el Fondo Monetario Internacional la economía mundial estuvo a punto de colapsar, le obligaron a diseñar un impopular tijeretazo, a acelerar la reforma del mercado laboral, a plantear la reforma del sistema de pensiones- y a evitar decir de antemano que no a nada. Porque ya ha sufrido muchas veces en sus carnes aquello de "por la boca muere el pez".

Así que ayer ya no dijo que no reducirá ministerios. Ni siquiera se explayó sobre que hacerlo no contribuiría al recorte del déficit porque no sería más que un gesto simbólico --como lo fue la reducción de altos cargos-- que desde el punto de vista contable es el chocolate del loro. Permitió incluso que se pueda interpretar que sí, que la eliminación de algunos departamentos puede estar entre sus objetivos a medio plazo.

Nadie acaba de saber qué es lo que tiene el presidente en la cabeza sobre una previsible remodelación del Gobierno. Un cambio que en cualquier caso no debería hacer hasta que concluya la reforma laboral y la de las cajas, busque aliados parlamentarios para sacarlas adelante y pase el trago del debate del estado de la nación del 14 y el 15 de julio.

Pero nadie duda de que, cuando haya superado esas pruebas, afrontará una profunda remodelación del Ejecutivo que le permita encarar con más fuerza el futuro. Esa remodelación no será tampoco una prueba fácil ya que --dado el escaso margen de maniobra que le deja el desplome de su credibilidad-- el presidente se verá obligado a acertar de pleno con el equipo que designe, que tendrá que emanar solvencia para que su solidez se visualice a simple vista. Y en ese momento no estaría mal que redujera carteras. No que elimine políticas, simplemente que agrupe departamentos. Es un gesto simbólico, pero cuando se pide sacrificio y austeridad a los ciudadanos, los símbolos también son importantes.