Un sindicato para «proteger a todos los españoles» que no estará al servicio «de causas ideológicas» llamado Solidaridad, el mismo nombre que una central polaca empuñó en el 1980 para hacer frente al gobierno comunista del país. El planteamiento de Santiago Abascal no es una ocurrencia novedosa, no es la primera vez que la extrema derecha europea intenta arraigar en el sindicalismo español, pero, ¿puede tener recorrido en la España del 2020?

«Es muy difícil que fructifique, prácticamente imposible, pero el éxito no va por ahí: es una forma de publicitar un giro social para captar voto obrero», apunta el investigador de la Universidad Complutense de Madrid, Guillermo Fernández. Su pretensión, entonces, sería bien distinta: «Les permitiría replicar su mensaje desde otro actor, una voz que no se llama Vox pero que opina exactamente igual que Vox».

Esta duplicidad de canales, opina el experto, esconde una estrategia electoral para engrosar su bolsa de votantes: «Vox hace esto porque, habiendo cazado a parte del electorado del PP y Cs, le queda ensancharse por el voto obrero desgastando a la izquierda», hecho que sintoniza con el llamamiento a las clases populares «no por trabajadoras, sino por españolas».

El catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Barcelona, Joan Antón-Mellón, inquiere en que Vox trata de «encarnar espíritu de la patria con un movimiento que sobrepase el clivaje y les permita tener varios frentes de lucha», aunque no le augura mucho recorrido, excepto en sectores relacionados con las fuerzas y cuerpos de seguridad, donde Jusapol ha ganado terreno a raíz del convulso octubre del 2017 en Cataluña. «Tradicionalmente la extrema derecha ha intentado tener una base obrera. La bandera Falange es una copia de la de la FAI».

El encargado de presentar la iniciativa es el eurodiputado de Vox, Jorge Buxadé, que en el 1995 se presentó por Tarragona a las elecciones en el Parlament por Falange Española de las JONS y en las generales de 1996 fue candidato de Falange Española Auténtica por Barcelona.

«Hablan incluso de un sindicato que defienda a los trabajadores de los sindicatos. No buscan tanto que tenga influencia en las empresas, sino que sea una herramienta de agitación social», opina el profesor de sociología del trabajo de la Universidad de Valencia, Pere J. Beneyto, quien sostiene que un sindicato de nueva creación necesita garantizarse una implantación en centros de trabajo. H