La sociedad vasca comienza a pagar la deuda que tiene pendiente con las víctimas del terrorismo. Todos los oradores que tomaron parte ayer en el acto que se celebró en el palacio del Kursaal, en San Sebastián, lamentaron que este reconocimiento, el segundo que se celebra en el País Vasco, llegara tras décadas de abandono. Iñaki García Arrizagalaga, hijo de un delegado de Telefónica asesinado por ETA hace 27 años en San Sebastián, destacó que "nunca se agradecerá lo suficiente que las víctimas no hayamos reaccionado contra nuestros agresores agitando un proceso de enfrentamiento civil".

Más de 500 víctimas de diferentes organizaciones terroristas aceptaron la invitación del Gobierno vasco para protagonizar la jornada. El Ejecutivo autonómico decidió retirarse a un segundo plano para favorecer el consenso, aunque el PP y Covite decidieron no acudir.

Por un día, los mensajes políticos llegaron desde los propios afectados. Especialmente significativas fueron las palabras de la directora de la Oficina de Atención a las Víctimas del Terrorismo, Maixabel Lasa, quien advirtió que "vincular la consecución de la paz a la conquista de un estatus político es pervertir las reglas del juego democrático".

DERECHO A SABER LA VERDAD La propia Lasa, viuda del dirigente socialista Juan Mari Jauregi, reivindicó el derecho "a conocer la verdad" de todas las víctimas, incluidas las del GAL, así como al reconocimiento de los daños causados. "Sería bueno que el Estado fuera consciente de que es una tarea pendiente", dijo.

El momento más emotivo llegó con las intervenciones de los afectados por el terrorismo, tanto de ETA como de grupos de ultraderecha. El primero fue Leoncio Sainz, guardia civil herido en un atentado cometido en Galdakao (Vizcaya) en 1984, quien ensalzó a la última víctima de ETA, Juan Manuel Piñuel, y recalcó que el instituto armado "está dando lo mejor que tiene, su sangre, por España, el País Vasco y la libertad".

El agente se llevó la mayor ovación por su muestra de entereza, que culminó con un agradecimiento al pueblo vasco "por su dignidad". Con la voz entrecortada, confesó que no se puede quitar de la cabeza la imagen de los niños que lloraban en la casa cuartel de Legutiano tras el atentado de ETA: "¿Cómo podrá el terrorista mirar a los ojos de sus hijos, feliz y contento de haber hundido la vida de esos niños?".

Iñaki García Arrizabalaga puso un nudo en la garganta al recordar la muerte de su padre, el 23 de octubre de 1980. Aquel día llovía, y su progenitor se ofreció a llevarle, aunque Iñaki optó por ir en bicicleta. Poco después, ETA lo secuestró y luego ejecutó en el centro de San Sebastián: "Aún me pregunto si podría haber siquiera retrasado su asesinato si hubiera ido con él".