Cuando Salvador de Madariaga dio a la imprenta sus Memorias de un federalista le preguntaron por qué reclamaba un Estado de las Autonomías para España, y el diplomático español, exiliado en París, contestó: "Porque no deseo que a la desaparición del dictador ocurra en mi país lo que va a ocurrir en Yugoslavia a la muerte del mariscal Tito". Era el año 1972. Dos décadas después, Yugoslavia se desmembraba en una guerra interminable y España enviaba una fuerza de paz e interposición.

En Base Europa, en Mostar, casi nadie conoce a Madariaga, pero un suboficial sabe que míster Pesc se apellida Madariaga. Javier Solana es sobrino de aquel español que medió en la crisis de Irlanda. Los soldados prefieren la tele y las novelas de moda a las paradojas de la Historia. "La situación es estable y tranquila, las instituciones se consolidan y casi todos desean olvidar la guerra", dice un oficial.

Pero la presencia de las tropas de la Unión Europea continúa siendo necesaria. Los musulmanes han construido una mezquita más grande y los croatas han elevado una cruz más alta sobre la montaña. El odio se mantiene a flor de piel. Los Acuerdos de Dayton de 1995 han sido asumidos por las partes, pero para la reconciliación aún será necesario que pasen varias generaciones.

Mando español

El 1 de septiembre, el general español Federico Raggio asumirá por seis meses el mando de la Fuerza Multinacional Sureste en Bosnia, integrada por soldados alemanes, franceses, italianos y españoles. Es la segunda rotación y España ha reducido su contingente de 1.700 soldados en la fase crítica a 400. Los del 25º contingente son de la Brigada Urgel, de Sant Climent de Sescebes (Girona). Es su primera misión. Patrullan, confraternizan con la población y juegan a fútbol con jóvenes croatas y serbobosnios.

"Hemos aportado cuatro de los 29 equipos del campeonato nacional de fútbol sala", asegura su jefe, el coronel Roberto Santaeufemia. En los equipos participan jóvenes de todas las etnias y creencias religiosas. "Incluso están mezclados", comenta. "De pronto, alguien llama a la puerta y te encuentras con la sorpresa de que es Joan Laporta, el presidente del Bar§a. Le saludas, cantas y te tomas un refresco con él; es bonito, te sientes como en casa". Pero hubo un tiempo, desde 1992 hasta 1996, en que la misión fue dura. Divulje, Medgugorje, Mostar, Dracevo, Jablanica, Kiseljak y otras localidades fueron testigos de la labor humanitaria y de paz de los soldados españoles. Allí murieron 28 hombres y más de 150 cayeron heridos.

Al sur, en Kosovo, más de 600 soldados del 13º contingente, enviado a la zona desde junio de 1999, siguen garantizando la paz. Tras los bombardeos de la OTAN sobre Belgrado y contra las tropas de Slobodan Milosevic para parar su limpieza étnica en Kosovo, los soldados van propiciando un ambiente seguro para el regreso de los desplazados, ayudan al orden público y al desarme de la UCK o milicia kosovar. Los españoles habitan unas modernas instalaciones que inauguró el rey Juan Carlos en un valle de Istok. Uno recuerda que la crisis del uranio empobrecido "fue el momento de mayor duda". "No era una gran perspectiva: ibas por 150.00 pesetas y volvías con cáncer" , afirma. Pasó la alarma y se pudo verificar que lo más empobrecido era el soldado español. Hoy, sus pagas oscilan entre los 1.500 y los 1.700 euros al mes.

Los más pobres

Algunos militares reconocen que se requiere coraje y vocación para alistarse voluntario para ir a Afganistán. El sargento Alfredo Francisco Joga, que murió con sus 16 compañeros en el accidente de un helicóptero en Herat, tenía el aliciente de que su esposa estaba allí. Pero no era éste el caso de la mayoría de voluntarios, como el cabo Daniel Fernández Abreu, también fallecido en el accidente. Los 900 soldados en Herat y Cala-i- Naw ayudan a la celebración de elecciones y a la reconstrucción del país. "Nuestra misión ante la consulta electoral del próximo 18 de septiembre consiste en proteger los actos que se celebren y los lugares de votación, para que los talibanes no disparen contra la gente", explica un oficial.

A los soldados les impresiona ver niños descalzos, sin agua, higiene, escuela o sanidad. "Una de las primeras cosas que hicimos al llegar a Cala-i-Naw fue contactar con las autoridades locales para identificar las necesidades de la población", dice el coronel Gumersindo Veiga, que dirige el equipo de reconstrucción y con 120 soldados trata de crear el ambiente seguro para que lleguen con total garantía la ayuda y los cooperantes. "Lo más urgente es la canalización del agua desde los manantiales", añade el coronel. Y un soldado describe la emoción de 90 niños y niñas huérfanos que el 28 de julio recibieron zapatillas, cuadernos, lápices y caramelos.

Al otro extremo del globo y en otro de los países más pobres del mundo, Haití, el coronel Miguel Antonio Flores y sus 200 infantes de marina mantienen a raya a las bandas armadas, negocian el desarme de los partidarios del depuesto Jean-Bertrand Aristide y trabajan por la reconciliación y la celebración de elecciones en noviembre. "Son lo mejor, son españoles sin fronteras", dice el ministro José Bono. Y un día tendrán recuerdos de su esfuerzo, lejos de casa, por construir un mundo mejor.