Punto y seguido fue la intervención del candidato a presidente. Punto y seguido fue la del líder de la oposición. Salvo el alivio de la carga del disparatado ambiente creado y mantenido machaconamente tras el 11-M, hace cuatro años, no se observan muchos cambios en los discursos. El de Rajoy ha tenido contundencia y solidez. En varios de los asuntos tratados sus argumentos desmontaban el mundo de jauja de la economía dibujado por un presidente que no mencionó lo evidente, que hay crisis, y minimizó lo que él llama simplemente "desaceleración". Hace meses así era. Ahora la cosa es bastante más seria. Quizá Zapatero debería haber sido más sincero y haber reconocido que no serán momentos fáciles.

Ha sido el de Rajoy un tono firme, que, en algún caso, ofrecía un punto de dureza. No había puesto el reloj a cero. Juzgaba al candidato no tanto por su discurso como por los cuatro años anteriores. A veces, ambos discursos sonaban a pasado, incluso me evocaban el tono de los debates televisivos de campaña con excesivos reproches mutuos que quitan energía para mirar adelante.

Pero, junto con una solidez bien argumentada y razonada en diversos puntos, Rajoy reflejaba una gran desconfianza personalizada hacia Zapatero. Se habló de pactos, pero todo quedó en el aire. Ni el líder socialista tiene razón al atribuir a su partido la exclusividad histórica de un sentido pactista, ni el PP puede ser excluyente al hablar de pactos de Estado. Especialmente en el muy deseable acuerdo antiterrorista, es muy conveniente el concurso del PNV, si este supera con sensatez la esquizofrénica actuación respecto de los ayuntamientos gobernados por fuerzas filoetarras.

Hay muchas reservas y recelos entre ambos, especialmente de Rajoy hacia Zapatero. Cada uno culpa al otro, pero la agradable música sobre acuerdos no tenía ayer mucha consistencia y necesitará algo de tiempo, un mayor esfuerzo para la responsabilidad... y otros actores secundarios. La nueva guardia marianista puede, por talante, actuar de forma más abierta y razonable que alguno de los espectros que ya han sido retirados de la escena. Ojalá sean ellos también muñidores de los consensos que necesita el país.