Sería por la falta de costumbre --11 años sin debatir merman la práctica de cualquiera-- que hubo que llamar a un notario para tomar testimonio público de las reglas de juego que marcarían el debate. El PP exigió una mesa, y no una mesa cualquiera, sino una que asegurara que a Jaime Mayor Oreja no se le vería en la tele de cintura para abajo. Ninguna fuente autorizada del PP logró explicar las razones para ocultar al público la mitad inferior de su candidato. El PSOE aceptó lo de la mesa, pero obligó a los iluminadores a rebajar el tono de azul elegido como fondo, que quedaba "muy PP" a juicio de los socialistas.

El resultado final demostró mayor pericia de los populares en el manejo de la imagen, asesorados por Ernesto Sáenz de Buruaga. Porque el candidato popular, en los planos generales, salía de frente, y el socialista de escorzo. Y, además, se le veían las piernas.

Superada la decoración, pasaron a acordar los tiempos. Para eso el notario echó mano de "la insaculación", que consiste en meter en un saco el nombre de los candidatos y extraer uno. Salió el de Mayor Oreja, que ganó el turno de apertura, para gozo de Josep Borrell, que logró decir siempre la última palabra.

Los temas a debatir no requirieron tanta negociación, porque sus enunciados eran tan generales que permitían a los contendientes entrar a degüello a lo que quisieran. Así, lo primero que hizo Mayor Oreja fue acusar al PSOE de "haber dejado una España peor". Se refería al Gobierno del PSOE, el que hubo antes de los ocho años del PP. Borrell le espetó: "Tuvo que perder el PP para que se celebrara este debate". Después se pactó quién sería el primero en entrar a la emisora. No se planteó repetir lo del saco, porque Borrell aceptó ser el primero. El notario, que sin duda relatará a sus nietos su curiosa jornada laboral, terminó allí su trabajo. Pero los asesores de los candidatos aún agotaron las siguientes horas en perfilar mil detalles que aseguraran el éxito de sus patrones. Mientras, ellos se relajaron cada uno a su manera. Mayor, en casa con su señora y sus cuatro hijos. Borrell, a brazada limpia en la piscina municipal de Majadahonda, donde reside.

Llegaron separados. Permanecieron así en sendas salas. Se maquillaron en dos turnos para no encontrarse. Y antes de atacarse la yugular, escenificaron un apretón de manos para los fotógrafos. Cruzaron unas frases corteses y pasaron a sus esquinas. Lo tasado de los tiempos molestó a Borrell, según reconoció a la salida. Pero fue Mayor el que se quejó porque Borrell no respondía a sus preguntas.

A pesar de todo, el debate fue ágil. Al dejar Tele 5, Borrell extendió la mano para despedirse de su oponente... pero se quedó sin hacerlo, porque Mayor Oreja enfiló la salida sin volver la cara al socialista. "Nos vemos después de las elecciones", se le escuchó decir.