El auto de Garzón es el enésimo contra el llamado entramado de ETA. Ya no se pretende sólo ilegalizar a Batasuna, considerada por él como parte del complejo terrorista, sino la cárcel para sus dirigentes. Por coherencia, la imputación y la cárcel tendrían que extenderse a todos los cuadros y afiliados y, si se tuvieran los nombres, a todos los votantes de Batasuna, que son ciento no sé cuántos mil. Si jurídicamente eso podría entenderse, políticamente le falla la lógica, porque no es normal meter a tantísima gente en el saco del terrorismo. Y sería dar por hecho algo extremadamente inquietante.