La Junta Electoral Central (JEC) ha dado a Quim Torra un protagonismo de oro en un fin de semana en el que el foco debía estar en el Congreso de los Diputados, y no en el Parlament. El presidente de la Generalitat reaccionó a su inhabilitación exprés, ordenada por ese órgano administrativo pero que suscita muchas dudas legales, convocando un pleno extraordinario. Los objetivos eran dos: suscitar en torno a su figura un consenso al menos entre el independentismo- que no había logrado en todo el mandato y, a la vez, presionar a Esquerra Republicana sobre la investidura de Pedro Sánchez.

Lo dijo en su intervención inicial el líder del PSC, Miquel Iceta: "Nada de lo que está pasando estos días es ajeno al debate de investidura". Los socialistas de aquí y de allí ya han expresado sus suspicacias sobre la resolución de la JEC, que creen que puede estar extralimitándose. El discurso de Torra, que empezó casi a la vez que en el Congreso tomaba la palabra Laura Borràs (a quien algunos en JxCat señalan como su posible sustituta) tampoco escapó al influjo del debate español.

JxCat lleva días criticando con dureza a Esquerra por su decisión de avalar, por la vía de la abstención de sus 13 diputados en Madrid, la reelección de Sánchez como presidente del Gobierno. En ese sentido, la decisión de la JEC es un regalo para la estrategia posconvergente de presentarse como el independentismo irredento, no contaminado por la pulsión pragmática de sus socios en la Generalitat. Cuando se conoció la resolución de la Junta Electoral que ordena retirarle el escaño de diputado en el Parlament, Torra salió a la plaza de Sant Jaume a darse un baño de masas, e incluso permitió que una mano misteriosa retirara, aunque solo durante 17 minutos, la bandera española de la fachada de Palau.

Dardos a los socios

Una vez pactada entre los grupos independentistas (JxCat, ERC y la CUP) una propuesta de resolución de califica de "golpe de Estado" la actuación de la JEC y lo ratifican como diputado y, por tanto, como president-, y después de que el PSC rechazara apoyarla y presentara un texto propio más aséptico, lo más importante del discurso del president fueron los dardos a Esquerra. Estuvieron en la línea que defiende en los últimos días su mentor, Carles Puigdemont: la de poner en duda que pueda establecerse una negociación con el PSOE y la de exigir, en todo caso, un papel preeminente en esas conversaciones para el jefe del Ejecutivo catalán.

"Hoy tienen una oportunidad de oro de demostrar que el diálogo no es otro engaño para distraernos de nuestra voluntad de libertad. Ahora es la hora de saber si la represión se ha acabado", dijo pensando tanto en ERC como en el PSC. Y se preguntó: "¿Se puede establecer un diálogo y a la vez inhabilitar al interlocutor? ¿Cómo podría dialogar un Govern en funciones?". También fueron constantes las alusiones de Torra a la "unidad", un concepto que JxCat esgrime sobre todo desde que los republicanos encabezan las encuestas, y que ahora buscan que sirva para que se les tenga en cuenta en las negociaciones.

Después de la calculada intervención de Marta Vilalta la portavoz de ERC defendió a la vez la legitimidad de Torra como líder del Govern y la necesidad de mantener el pacto con el PSOE, distinguiéndolo en todo momento de las cloacas del Estado-, y del inevitable parón por cuestiones técnicas instado por Ciudadanos que se refirió en todo momento a Torra como expresident-, la Cámara votará la propuesta de los grupos independentistas.