Ochenta y cuatro años después, otro derrocado Govern de Cataluña se volvió a someter a un juicio por rebelión. Si la foto icónica del proceso judicial por los hechos de octubre de 1934 es la de Lluís Companys y sus compañeros de Ejecutivo entre rejas, la del juicio al procés es, de momento, la instantánea captada por la lente del fotógrafo de Efe Emilio Naranjo. Oriol Junqueras es el único acusado que mira hacia adelante, mientras Santi Vila levanta el rostro hacia el cielo, la consejera de Justicia Ester Capella mantiene un rictus hierático y Quim Torra saluda tímidamente.

Tras salir de esa primera sesión del juicio, el president ha cargado con virulencia contra el «juicio farsa». «He asistido a un juicio que no se tendría que haber producido en un Estado que quiera ser democrático. Es una vergüenza indigna en el siglo XXI, es un acto de venganza contra un pueblo que decidió decidir -sentenció desde la delegación de la Generalitat en Madrid-. Esta causa acabará en los tribunales europeos e internacionales, y la ganaremos. Que lo tengan bien claro quienes en nombre de la unidad de España no pretenden hacer justicia sino convertirse en salvapatrias».

El president desmenuzó una lista de demandas, entre las que había el archivo de la «causa contra la democracia», una mediación internacional en el conflicto catalán y el retorno del Gobierno español a la mesa de diálogo para hablar de autodeterminación. «En la primera y segunda reunión con Pedro Sánchez hablamos de todo. ¿Qué pasó el miércoles para que el Estado rompiera el diálogo? ¿El espanto de la manifestación? ¿Los viejos fantasmas del viejo rancio PSOE, de Felipe González y Alfonso Guerra?», se preguntó. Tras señalar que ocho meses después no sabe «qué solución tiene el PSOE para Cataluña», le reclamó a Sánchez que se deje de «amenazas» de adelantar elecciones y tenga «la valentía y el coraje que el momento exige». En esta línea le recordó cuando Miquel Iceta y el PSC defendían una consulta pactada en el 2012. Sin este gesto, volvió a dejar claro que no permitirán que se tramiten los Presupuestos.

El president, que quiso acompañar a los presos en el inicio del juicio, volverá al Tribunal Supremo para asistir a las declaraciones de Carme Forcadell, Jordi Sànchez y Jordi Cuixart. En su primera visita dijo haber visto a los encausados «fuertes, enteros y serenos». Y expresó su deseo de «poder abrazarles en libertad, como hago con Puigdemont».

Desde Berlín, Puigdemont aseveró que este proceso será una «prueba de estrés para la democracia española» y para su sistema judicial. «Durante el juicio se desenmascararán muchas de las construcciones que nos han llevado hasta aquí. No olvidemos que la única acusación particular es la de un partido de ultra franquista, Vox, lo que demuestra que es un juicio político», esgrimió el expresident.