Heródoto y Diodoro de Sicilia, ambos contracronistas de la antigüedad, pusieron el foco de la Batalla de las Termópilas en el rey espartano Leónidas, un héroe sin claroscuros, en cierto modo literariamente muy poco griego, y desdeñaron profundizar en el personaje en verdad más trágico, más shakesperiano (valga la anacronía), que era Efialtes de Tesalia, el paradigma del traidor. Sí, efectivamente, ha declarado por fin en el juicio Santi Vila, para el independentismo más militante el Efialtes catalán, y lo ha hecho el mismo día que los ‘leónidas’ locales, los llamados Jordis. Del Efialtes original poco se sabe. Que no cobró la recompensa prometida por el rey persa Jerjes y que murió asesinado años después, pero no por su traición, sino por otras desconocidas razones. Vila, más bien plantado que aquel personaje, se merece lo que Herédoto y Diodoro consideraron innecesario, unas líneas.

Brevemente. Vila, que dejó el Govern un día antes de la dudosa declaración de independencia, ha dicho en el Tribunal Supremo lo que cualquier procesólogo (o sea, como mínimo la mitad de la población de Catalunya) ya sabe, que el ‘exconseller’ había dicho en público en innumerables ocasiones que el 1-O no fue un referéndum, solo una movilización morrocotuda, que en su opinión el resultado de aquella protesta con urnas no podía tomarse jamás como vinculante y que, por encargo de Carles Puigdemont, mantuvo contactos frecuentes con el generalato persa para evitar el choque institucional que se avecinaba el 27 de octubre.

Vila, algo raro en este juicio, ha dicho dentro de la sala del juicio lo mismo que siempre ha dicho fuera. Si tienen ustedes críos en casa conocerán el juego. Alguien grita ‘floor is lava’ y todos corren a la carrera a subirse a una mesa, a una silla o a la repisa de una ventana. En la causa especial 20907/2017, ‘floor is lava’ sucede cada vez que se pregunta si se votó o no la independencia de Catalunya el 27 de octubre. Esto merece un apunte. La primera ocasión fue cuando el abogado Javier Melero se lo preguntó a su cliente, Joaquim Forn. Respondió que no. Pareció lógico. El plan de Melero tenía propósitos exculpatorios. Lo desconcertante es que partir de ese día es la fiscalía la que interroga sobre esa cuestión, siempre con idéntica respuesta, ‘floor is lava’. Por qué la fiscalía hace ahora de defensa es un rompecabezas aún sin solución. Con maldad, se podría afirmar que por si no se consigue acreditar la rebelión y la sedición, como mínimo que quede constancia del timo.

CAMBIO DE SILLA

A Vila, apearse del Govern un día antes del desembarco de Normandía le ha truncado la carrera política. Así se lo ha expresado al tribunal. Ya fuera, en la calle, ha recordado lo que en su día le dijo a sus compañeros de filas que le afearon el gesto, que en su caso podría sostener sus argumentos ante un juez sin modular sus respuestas y mucho menos corregirlas. Parece que la herida sigue abierta. Cuando el presidente del tribunal, Manuel Marchena, le ha preguntado dónde prefería sentarse una vez terminado el interrogatorio, no ha dudado. Se ha trasladado donde su abogado.

Ya lo había dicho él antes: “Soy un animal muy poco gregario”. Es una frase que al trasluz de cómo andan la cosas a 600 kilómetros del Tribunal Supremo daría para un debate. Queda dicho. Por lo pronto, lo que ha quedado subrayado es cuán griego clásico es Vila como personaje. Los protagonistas de las leyendas clásicas no eran planos. Eso llegó con el cristianismo. Tómese el ejemplo de Dédalo, imagen referencial del padre sensato y prudente, pero con unos antecedentes de aúpa, no porque construyera un laberinto endiablado (eso hasta lo hizo sin presumir tanto Ingvar Kamprad, fundador de Ikea), sino porque en su día, hábil ingeniero, le construyó a la reina Pasifae un disfraz de vaca suficientemente verosímil como para que pudiera copular con un toro. Menudos eran los griegos.

Vila, dios nos libre, no llegó a tanto. Solo se desmarcó de sus compañeros de partido sin que mediara ni un prudente paréntesis de tiempo para rumiar y al instante pretendía ser ya el cabeza de lista a las siguientes elecciones autonómicas.

Su resumen de aquel octubre del 2017 y fechas adyacentes no habrá gustado a más de uno, precisamente en un nuevo día, como este, de banderas, carreras y porras. “Lo que pasó fue impropio de una sociedad como la catalana”. Si como un George Bailey de Frank Capra hubieran visto en el 2017 lo que le depararía el futuro, dice Vila que el resto de acusados habrían tomado otras decisiones. Pues claro, así, hasta Efialtes.