Después de que el viernes se confirmaran todos los pronósticos y fuera, como era esperado, la jornada con más incidentes, ayer se presentaba como el día de inflexión. Si se mantenía el nivel de disturbios, sería señal de que se podían mantener con mucha fuerza más allá de esta semana. Si no, que el vandalismo podía remitir.

El movimiento fue mucho mayor en el terreno político que en la calle. Volvió a haber protestas, pero mucho menores que en la previa y sin apenas disturbios. Parecía como si el conflicto volviera a la esfera política. A diferencia de lo ocurrido en días anteriores, la noche llegó sin que estuviera iluminada por el fuego de contenedores ardiendo. Via Laietana y sus alrededores no se parecerían en nada al escenario dantesco vivido en la jornada previa.

REGISTROS DE MOCHILAS / Los agentes registraron mochilas de los que accedían a plaza Urquinaona para participar en la concentración contra la represión organizada por los CDR. Antes de que empezara la marcha se produjeron momentos de tensión, cuando algunos agentes golpearon a manifestantes sentados en el suelo. Pero apenas fue una chispa comparado con el incendio del día anterior en ese campo de batalla en el que a las barricadas ardiendo cohetes y a la lluvia de adoquines, botellas, tuercas y canicas de los manifestantes el dispositivo policial respondía con botes de gas lacrimógeno, pelotas de foam (de los Mossos) y de goma (Policía Nacional).

La marcha convocada por los CDR discurrió entre consignas contra los Mossos y la sentencia, solo interrumpidas por la ovación a una pareja de recién casados. La comitiva terminó a las puertas del Tribunal Superior de Justícia de Cataluña (TSJC), donde se produjo hace dos años una gran concentración para protestar contra los registros en la que se reunieron 20.000 personas. Ayer no había ni la mitad (6.000 según la Guardia Urbana), aunque el tono era igual de pacífico y reivindicado como el de aquel 21 de septiembre del 2017.

En aquella concentración intervino Jordi Cuixart, un día después de la que a él y Jordi Sánchez les costara nueve años de prisión. El espíritu de Cuixart pareció haber salido de la cárcel para llegar de nuevo ante el TSJC pero, sobre todo, en Via Laietana. Allí, por la noche, ante el lanzamiento de objetos y botellas contra cordón de la Policía Nacional delante de su comisaría, manifestantes situados en primera línea reaccionaron levantando manos para pedir que se detuvieran.

Pero tras casi cuatro horas y media de tensión contenida, algunos manifestantes incendiaron una barricada en los alrededores de la plaza Urquinaona, donde la Policía Nacional advertía de una posible intervención inminente, ante lo que algunos de los concentrados llamaban a la calma.

Sin embargo, algunos manifestantes levantaron e incendiado una barricada en la calle Ausiàs March, lo que contribuyó a aumentar la tensión en la plaza Urquinaona, donde por la tarde se había iniciado una manifestación de los autodenominados Comités de Defensa de la República (CDR), con el apoyo y participación de la CUP, para pedir la dimisión del conseller de Interior, Miquel Buch.

Algunos de los manifestantes parapetados detrás de la barricada incendiada arrojaban piedras contra la línea policial mientras los más adultos, en las primeras filas, trataban de evitar lo que otra noche parecía inevitable.