Ya temprano, Casado, a quien las preocupaciones le están borrando esa sonrisa suya tan Joker, empezó a disparar a todo lo que se movía. Se arrancó contra Sánchez pero acabó desparramando el tiroteo sobre sus vecinos, Vox y Cs, a los que calificó de «recién llegados» y «vendedores de humo». Vestido de nazareno, no se libró de las réplicas de sus vecinos de la plaza de Colón. Los de Abascal, sobre todo, inundaron las redes de lindezas dedicadas al del PP. Fuego amigo.

Al mismo tiempo, Sánchez se permitía el lujo de bajar el tono, ponerse de perfil y reclamar una mayoría suficiente para poder gobernar con comodidad y en solitario. Su táctica es más que evidente: dejar que las derechas se disputen el electorado conservador con mensajes cada vez más extremados e inverosímiles, mantenerse alejado del independentismo catalán, que también aparece cada vez más dividido, y tolerar los desahogos retóricos de Iglesias, Garzón y otros dirigentes de Unidas Podemos, partido que los socialistas llevan semanas mimando y tratando hasta con cierto cariño, para que no se venga abajo y siga siendo un posible aliado postelectoral.

Sánchez, el azote de Dios

Pablo Casado está inquieto. Quería convertir estas elecciones en un referendo contra Sánchez. Pero el problema radica en que no es él (o no él solo) quien podría recoger los frutos de un rechazo masivo al actual presidente del Gobierno. Porque hay otros que también quieren ese premio.

De ahí que el jefe del PP haya ido forzando sus mensajes hasta desbordar la más básica verosimilitud. Ayer mismo (en Ávila, su ciudad natal) definió al actual presidente del Gobierno y secretario general de los socialistas en términos apocalípticos: hundirá las pensiones, subirá los impuestos, romperá España, será un títere en manos de los proetarras y secesionistas... El azote de Dios.

Y todo eso, precisamente, cuando el independentismo catalán se fractura, JxCat reprocha a Esquerra la ruptura de la unidad y en este partido se lanzan mensajes favorables a un futuro entendimiento con Sanchez.

Es evidente que los popularestemen cada vez más que parte de su clientela, desbocada en su retorno al paleoconservadurismo, se vaya a Vox... y no vuelva en las próximas europeas, autonómicas y municipales. Por eso les dedica mensajes contundentes, que sin embargo son recibidos con rechifla por los omnipresentes trolls y bots de Abascal. Este ha logrado ya su primer éxito: en lo que a ofertas ultras se refiere, es de manera inequívoca el original y el del PP, la copia. Por mucho que Aznar intente pasarle a su sucesor el copyright de la derecha pura y dura.

Además, a Vox le salió ayer la jugada redonda: sus mítines en San Sebastián (por la mañana) y Bilbao (por la tarde) desencadenaron la réplica violenta de los kaleborrokaris. Un magnífico golpe de efecto. El escrache en la Autónoma a la candidata del PP por Barcelona quedó desdibujado ante las escenas que se iban sucediendo en el Kursaal o el Euskalduna. Los hipernacionalistas vascos jugaban el juego de los hipernacionalistas españoles. Abascal se alzó ante los suyos como un héroe.

Las puertas giratorias

Ciudadanos va desvelando poco a poco su programa económico, por ejemplo proponiendo que los autónomos tengan un seguro de desempleo idéntico al de los asalariados.

Y lo mismo hacen Unidas Podemos, cuya campaña rezuma, a su manera, sentido de la responsabilidad. Ayer, en Canarias, Iglesias volvió a plantear su oferta de recrear una compañía de titularidad pública con el objetivo de abaratar el coste de la energía y poner fin al vicio de las puertas giratorias, al que tan dadas son las empresas que fabrican y venden electricidad. Bueno... las empresas y muchos exministros del PSOE y del PP, que dejaron su cartera para pasar de inmediato a ocupar altos cargos en una u otra eléctrica. Treinta nombres de otros tantos beneficiados por el giro afortunado citó el primer candidato de Podemos. Así de fácil es poner en la picota (aunque solo sea de palabra) al todopoderoso Ibex 35.