El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, llegó a Nueva York el martes por la noche y ha abandonado la ciudad hace unas horas, rumbo a Madrid, donde le espera una intensa reunión de su Consejo de Ministros para aprobar los presupuestos para 2014. El paso de Rajoy por la mítica urbe --a donde se desplazó para participar en la 68ª Asamblea General de Naciones Unidas-- ha dejado algunos titulares, ciertas polémicas y un puñado de momentos de tensión vividos por el jefe del Ejecutivo español, de los que la prensa que le acompañaba ha sido testigo. Algunas de esas situaciones de tensión se detallan, a continuación, por orden cronológico.

Llegada al hotel y choque con Margallo

El presidente llegó al hotel donde iba a hospedarse en Nueva York pasadas las ocho de la noche (hora local) del martes. Allí, en una habitación a la que se le retiró la cama para ganar espacio, le esperaban los periodistas a los que había convocado. Sus colaboradores daban por supuesto que la intervención de Rajoy ante los medios sería breve y giraría en torno a su discurso en la ONU y el estado de salud del Rey, que había sido operado unas horas atrás. Pero en la rueda de prensa se coló una pregunta sobre Cataluña --de la que salió como pudo, tirando de lugares comunes-- y otra no sobre la intervención quirúrgica al monarca, sino sobre la posibilidad de aprovechar la coyuntura para regular el papel del Príncipe. "No tenemos intención de hacerlo, no hay ninguna razón", sentenció.

Y ahí llegó el choque con su ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo quien, en un ataque de sinceridad y tan sólo un poco antes, se había felicitado porque PP y PSOE se plantearan "llenar el vacío" existente en torno a la figura del heredero, dado que él lo consideraba necesario. Un portavoz de Moncloa se apresuró a matizar que no había "desacuerdo" entre el presidente y el ministro, ya que Rajoy había "querido decir" que se podía hacer, pero en otro momento.

Bloomberg, el caso Bárcenas y los rumores de censura

Mañana siguiente, la del miércoles. Rajoy se levantó y se marchó a intentar hacer sus deberes con los medios de comunicación estadounidenses, los mismos que el año pasado por estas fechas le dedicaron fuertes críticas a él y a su gestión ante la crisis. Su objetivo era convencer de que la recesión es pasado. Así, se reunió con el consejo editorial de 'The Wall Street Journal' y concedió una entrevista a la agencia Bloomberg.

Los periodistas españoles solicitaron a Moncloa que pactara con esa agencia que, durante ese mismo día, fuera posible tener algunas de las respuestas del presidente para incluirlas en las crónicas y salvar el escollo de la diferencia horaria con España, ya que la agencia no pensaba emitirla hasta las seis de la mañana de jueves (hora local).

Los colaboradores del presidente facilitaron finalmente dos cortes de imagen y voz: ambos referidos a la economía. Pero hubo que esperar al jueves para enterarse de que Rajoy también pasó un mal trago en Bloomberg, donde se le preguntó por el 'caso Bárcenas' y por si pensaba dimitir en caso de que los tribunales probaran que hubo financiación ilegal en el PP. "Hay cosas que no se pueden demostrar. No tiene sentido decir qué haría si no se pueden demostrar. No hubo financiación ilegal", respondió.

También tuvo que enfrentarse a interrogantes sobre la supuesta destrucción de pruebas y sobre la posible vuelta a la política de Esperanza Aguirre. A todo contestó sin contestar, como es habitual en él ante asuntos polémicos. Pero para polémicas la que se montó cuando fuentes periodísticas confirmaron que el equipo de Rajoy trató de presionar a Bloomberg para que no emitiera la parte de la entrevista referida a su extesorero, un supuesto intento de censura al que no cedió una agencia que hace gala de no pactar o adelantar preguntas en una entrevista, informa Ricardo Mir de Francia.

Coloquio en inglés sobre Siria y 'caso Snowden'

La tarde del miércoles la dedicó el presidente en exclusiva a la Asamblea de la ONU. Ya en la mañana del jueves, Rajoy participó en el Counsil on Foreing Relations, integrado por diplomáticos, banqueros y personalidades que pagan cuotas anuales que oscilan entre los 25.000 y 50.000 dólares por tener presencia en este consejo que edita, además, la influyente revista 'Foreing Relations'. Pronunció su conferencia y, a continuación, se sometió a un coloquio.

El primer momento tenso llegó cuando se dio cuenta que no funcionaban los cascos por los que le iba a llegar la traducción de las preguntas, obviamente en inglés. Lo pasó mal y se notó. La presentadora, Ruth Porat (de Morgan Stanley), le preguntó si oía algo y Rajoy se atrevió con un "anything".

Solucionado este asunto, llegó el coloquio. Y quedaron claros los temas que preocupan sobre España: el paro juvenil (en Nueva York ha confirmado que a la reforma laboral se le puede dar otra vuelta de tuerca) y la economía sumergida. Pero también se le interrogó por su posición en el conflicto de Siria o el 'caso Snowden' O sea, más tensión. Sobre la primera cuestión, dijo que no habrá "solución perfecta" para Siria y que espera que haya una reunión próximamente en Ginebra para abordar la crisis donde no se excluya a nadie. Explicó que le parece buena idea que Estados Unidos y Rusia traten de impulsar la destrucción del arsenal de armas químicas del régimen. Pero en este foro se le solicita más concreción. "¿Qué pasa si Asad no cumple? Procede hacer un esfuezo diplomático, pero eso no puede quedar impune", apuntó un Rajoy poco dado a entrar en detalles en lo que a conflictos internacionales concierne.

¿Y el 'caso Snowden' o el espionaje por parte de los Estados Unidos? "Me preocupa lo que a cualquiera, la intimidad de las personas y la intimidad de los países […] a partir de ahí, también es verdad que hay que decir que las razones de seguridad justifican que se tomen determinadas decisiones. Lo que es importante es que se sepa con meridiana claridad contra quién se actúa y que no se equivoque el objetivo", aseveró Rajoy. Y así fue como el Counsil on Foreing Relations supo lo que los españoles llaman responder 'a la gallega', con perdón de los gallegos.