Del podemismo utópico que nació en las elecciones europeas de 2014 al concepto de nueva socialdemocracia que Pablo Iglesias ha comenzado a reivindicar en la precampaña del 26-J hay un viraje más estratégico que ideológico, pero es de tal voltaje en un contexto de transformación política, que puede suponer, esta vez sí, el tantas veces augurado fin del bipartidismo. Por primera vez en las últimas tres décadas, una fuerza que no es ni PSOE ni PPtiene una posibilidad real de disputar la gobernabilidad a los dos partidos que han ido alternándose en la hegemonía desde la Transición.

Para llegar hasta ahí, los líderes de Podemos e IU han tenido que vencer sus propias resistencias internas, que sólo admitían un breve matrimonio de conveniencia para afrontar estos comicios, y armar una coalición que ahora, aupados por las encuestas, ven como el embrión de un proyecto de futuro que debe continuar más allá de la repetición electoral. Ambos están convencidos de que la alianza no tiene tecla de rebobinado porque es un paso táctico clave en la conquista de una mayoría social que sólo se puede lograr ocupando un espacio lo suficientemente amplio en el tablero para no tener techo, lo suficientemente nuevo como para animar al electorado hastiado al trasvase y lo suficientemente vacío para rellenarlo de un significado distinto: la socialdemocracia del s.XXI.

Alberto Garzón está seguro de que esta decisión supone estar “a la altura de la Historia” y que la coalición “no tiene vuelta atrás”. Recuerda que se quedó sólo cuando los dirigentes que compartían su visión, como Tania Sánchez, se marcharon de IU impotentes ante el inmovilismo de los guardianes de las esencias, cómo le doblaron el brazo para impedir esa coalición ante el 20-D y cómo, finalmente, impuso su criterio para llevar a IU a “un cambio de rumbo irreversible”. Garzón cuenta desde el domingo con la legitimidad y el poder orgánico que le confiere ser el nuevo coordinador federal, pero envía aviso a navegantes, por si hay quien pretende volver a la identidad rojiverde tras el 26-J. “Quien no se sitúe ahí, quedará en los márgenes de la Historia”.

Iglesias y Garzón dicen desconocer qué concreción orgánica debe tener esa coalición permanente. El malagueño quiere que sea un “movimiento político y social volcado en la calle. Que te proteja para evitar un despido, para evitar un desahucio, y que además se presenta a las elecciones como un aglutinante de diferentes tendencias con un mismo objetivo político”. Captura, sin duda, el espacio de unos sindicatos difuminados en el momento de mayor necesidad de protección. Iglesias añade que Unidos Podemos debe ser capaz de abanderar un nuevo proyecto de país que haga compatible una suma que a primera vista puede parecer contradictoria: patriotismo y plurinacionalidad. El segundo componente, opinan los morados, lo tienen más encauzado y creen que ese será una de las claves de su éxito el 26-J en Catalunya, o Baleares o València. Sobre el patriotismo el reto es a más largo plazo, porque saben que tienen que despojarlo previamente de las connotaciones rancias y transferirle un significado de renovación cultural.

EL PSOE, ANTE LA DISYUNTIVA

En el camino, Unidos Podemos deberá abordar otras decisiones menos teóricas y mucho más urgentes en la contingencia diaria, como qué hacer el 27-J si han superado al PSOE. ¿Llamarán a Pedro Sánchez de inmediato? ¿Se propondrá Iglesias como candidato a la investidura? “No sé si el 26-J, o el 27 o el 28. Pero lo que no se puede hacer es esperar a que otros hablen. Nunca hemos sido partidarios de esa excusa protocolaria. Si el PP gana, haremos todo lo posible por evitar que gobierne, en términos democráticos", responde Garzón, que sitúa al PSOE en la encrucijada. “La pregunta es fácil: PSOE ¿quieren ustedes gobernar con nosotros sí o no, punto. Si no quieren, tendrán que decidir si apoyan al PP o vamos a terceras elecciones”, advierte, pero descarta de inmediato que haya aún otra vuelta a las urnas.

Dice que con Iglesias tiene "complicidad" porque desde la diferencia comparten la misma visión histórica. Reconoce que no es "confianza absoluta" porque a fin de cuentas son de distintas organizaciones políticas pero pone de relieve el esfuerzo por caminar unidos. Un esfuerzo similar al que ha hecho Iglesias, que ahora se reconoce más "pragmático". No por la renuncia a sus reivindicaciones ideológicas, sino por aterrizar el podemismo utópico en un podemismo científico, por acuñar el viraje en los términos de Friedrich Engels, a quien el candidato citó este lunes nada menos que desde la tribuna del Hotel Ritz como referente de la socialdemocracia.