La 17 cumbre iberoamericana concluyó con un llamamiento a que las mejoras económicas permitan "crecientes niveles de inclusión" de los más necesitados. Pero, aunque la Declaración de Santiago fue aprobada por los 22 países participantes, Chávez decidió fijar sus propias reglas.

Chile quiso aprovechar la cumbre para mostrar las bondades de su "modelo", equidistante de la fiesta neoliberal argentina de los 90 y de las últimas manifestaciones populistas. Para la presidenta Michelle Bachelet, ese modelo tiene un nombre: la búsqueda de la "cohesión social". Esas fueron las palabras clave de la cita de Santiago. Pero Chávez trajo las suyas: "Socialismo indoamericano".

El protagonismo del presidente venezolano es proporcional al aumento del precio del petróleo del cual se beneficia. "La cohesión social no me gusta. El infierno puede estar muy cohesionado", dijo al llegar. Y, a modo de anticipo de cuál sería su papel, cantó una ranchera mexicana: "No soy monedita de oro, para caerles bien a todos".

BOLIVIA Y EL MAR A tono con la canción, no solo desairó a Bachelet. También hizo suyo en Santiago de Chile la histórica reclamación boliviana de una salida al mar, perdida frente a los chilenos a finales del siglo XIX en la Guerra del Pacífico.

El canciller chileno, Alejandro Foxley, le pidió "no quedarse en cuestiones retóricas" y le invitó a "comparar" los resultados económicos y sociales de su país y Venezuela.

A su vez, Chávez se permitió algunas ironías con Luiz Inácio Lula da Silva, quien había llegado a Chile exultante tras el hallazgo en la costa brasileña de una enorme reserva de petróleo. Las relaciones entre Chávez y Lula no pasan por el mejor momento, entre otras cosas porque el Congreso brasileño es reticente a aprobar la incorporación de Venezuela al Mercosur.

"Tenemos que hablar de transformaciones", insistió Chávez. El boliviano Evo Morales y el nicaragüense Daniel Ortega asintieron. El ecuatoriano Rafael Correa trató de lograr lo imposible: quedar bien con Caracas y con su admirada Bachelet.

Al argentino Néstor Kirchner le quedan pocas semanas de Gobierno. Le da el relevo a su esposa, Cristina Fernández, y se va, eternamente agradecido a Chávez por su socorro en momentos críticos. Pero los Kirchner nunca acompañarán al venezolano en sus posiciones extremas.

CONTROVERSIAS, SIEMPRE De las cumbres iberoamericanas siempre saltó alguna chispa. Se iniciaron en 1991, en Guadalajara. Pero nunca como ayer un presidente fue conminado a callarse. La invitación al silencio para Chávez hecha por el rey Juan Carlos fue el punto culminante de un rosario de intervenciones de Chávez que no pueden dejar de leerse en relación con la coyuntura venezolana.