Aguantaron el barro y la lluvia, un durísimo ascenso por caminos olvidados y el dolor que supuso para todos ellos revivir la tragedia. Los 152 familiares de los soldados fallecidos a bordo del Yak-42 que viajaron el pasado martes a Macka (Turquía) para asistir al homenaje con motivo del primer aniversario del siniestro recrearon toda la crudeza del accidente en primera persona, en el mismo lugar donde perdieron la vida sus seres queridos. Y mientras algunos encontraron restos del avión, objetos personales de los militares e incluso restos óseos 12 meses después, otros llegaron tarde al acto de homenaje.

"Cuando hemos llegado, los actos habían acabado. Se han hecho la foto y se han marchado", recriminaba indignado un familiar porque el ministro español de Defensa, José Bono, y su homólogo turco, Vecdi Gonul, no esperaron la llegada de todos los familiares --que se encontraban atascados en el barro del camino-- al lugar donde la aldea de Sahinkaya ha erigido un monolito de recuerdo.

A pesar de todo, muchos de los familiares coincidían en la necesidad de realizar este viaje. Carlos Ripollés, presidente de la asociación que agrupa a 40 de las familias, declaraba: "A lo largo del último año, no hubo más que humillación. Ha habido un fallo, pero, al final, todos hemos llegado a este lugar, que es lo que queríamos, respirar en paz." Francisco Agulló, hermano de uno de los soldados fallecidos dejaba claro, sin embargo, que el mejor homenaje es "que se depuren responsabilidades". "No podemos rendirnos. Se lo debemos a todos", afirmaba con los pies hundidos en el barro.

Hubo también un reconocimiento al ministro Bono por haber pedido perdón la noche anterior. Y ayer mismo, el anuncio, por parte del ministro, de que España se personará en la investigación turca para conseguir acceder de forma más fluida a los datos que se vayan conociendo.

La visita al lugar en el que fallecieron sus hijos, esposos, padres y hermanos no disminuyó la indignación que sufrieron quienes visitaron el monte Pilav y el monumento erigido en la ciudad de Macka que representa a un militar turco sosteniendo el cadáver de un soldado español.

Comisión de investigación En Macka, entre las coronas de flores depositadas por los ministros español y turco, algunas familias habían colocado un folio en el que se leía comisión de investigación , junto a otra hoja --dirigida al Defensor del Pueblo-- con 20 firmas exigiendo la apertura "de una comisión parlamentaria que tenga acceso a la documentación completa referente al accidente".

Bono agradeció a las autoridades del Gobierno turco el modo "cariñoso" en que habían organizado el homenaje, y el ministro turco de Defensa afirmó que su país aceptaba a las víctimas "como hijos propios".

Junto al monolito, un letrero anónimo reflejaba la solidaridad del pueblo turco: Comparto vuestro sufrimiento . De hecho, algunos niños recibieron a los familiares con ramos de flores cogidas del campo y una mujer, incluso, entregó a algunas viudas bolsas con tierra del lugar.

Hallazgo de restos

Pero allí, en la montaña, Diego Novo, hijo de un comandante que murió en el siniestro, se saltó el cordón militar y encontró una maquinilla de afeitar, la chapa de un reloj y restos del fuselaje del Yak-42.

Otros familiares, incluso, hallaron restos de huesos. Un año después de la tragedia.