La sociedad vasca no volverá a cometer el error de desviar la mirada ante la tragedia ajena. Ese es el compromiso que el lendakari, Patxi López, realizó ayer de forma solemne, en el teatro Principal de Vitoria, ante el mayor número de víctimas del terrorismo que se haya congregado nunca. Porque aunque el de ayer era el tercer gran acto institucional promovido por el Gobierno vasco en homenaje y reconocimiento a las víctimas, sí fue el primero al que acudieron todas las asociaciones, por creer que es ahora cuando se están tomando medidas efectivas para deslegitimar la violencia.

Leonor Regaño, viuda de un agente de la policía asesinado por ETA hace 20 años, tomó la palabra para poner fin al acto. Reconoció que López ha puesto fin a situaciones que las víctimas han vivido durante muchos años como claras injusticias: las fotos de los miembros de ETA en cualquier plaza y las subvenciones para financiar viajes hasta las cárceles donde están los presos de la banda.

"Hemos estado chapoteando en el barro de la indecencia mucho tiempo", denunció dolida en en duro mensaje a los políticos, a los que reprochó "hacerse fotos" junto a las familias el día del funeral y vivir luego ajenos al dolor de las víctimas.

CONTRA LA INDIFERENCIA También el exrector de la Universidad del País Vasco, Peio Salaburu, que tomó la palabra en nombre de la sociedad civil, mantuvo un discurso especialmente duro con el comportamiento de los ciudadanos vascos durante años por su aparente "indiferencia" ante los asesinatos.

"Existe una responsabilidad social en todo esto", dijo, lamentando los años en que se ha mirado hacia otro lado, dedicando "muchas páginas" de la historia reciente a los asesinos y muy pocas a los que han sufrido y sufren hoy todavía la violencia.

Tampoco la del lendakari fue una intervención complaciente. Denunció la "desidia social ante la sangre ajena" y la responsabilidad de quienes, con sus "aplausos", han orientado a muchos jóvenes hacia la violencia. "¿Qué vamos a hacer con las ideas que han convertido en asesinos a cientos de jóvenes vascos?", se preguntó López.

"AÑOS DE PLOMO" El lendakari celebró, por encima de todo, que afortunadamente se hayan dejado ya atrás los "años de plomo", los años del "silencio y la ver- güenza colectiva", los años en los que se buscaron "atajos indefendibles" para atacar al terrorismo. "Estamos saliendo del túnel y ganando la batalla a los terroristas", dijo, y en ese nuevo escenario la memoria de las víctimas es "semilla de la libertad futura" para construir un "país digno" que sabe lo que pasó y que no permitirá que se repita.

Destacó la necesidad de "defender con firmeza al Estado de derecho frente a los terroristas; apoyar con determinación a las policías y a la justicia que les persiguen; buscar la unidad que nos hace fuertes e impedir espacios de impunidad para la propaganda del terror".

Participaron los principales representantes de la política vasca, entre ellos, los tres exlendakaris, Juan José Ibarretxe, José Antonio Ardanza y Carlos Garaicoetxea. Todos escucharon a los familiares de los cinco últimos ciudadanos asesinados por ETA. María Victoria Campos, viuda del guardia civil Juan Manuel Piñuel; Lourdes Rodado, viuda del brigada Luis Conde; Jaione Uria, hija del empresario Inazio Uria; Paqui Hernández, viuda del inspector de policía Eduardo Puelles; y los padres de Diego Salva, uno de los dos guardias civiles asesinados el 30 de junio.

LA "ULTIMA MADRE" Todos reivindicaron la memoria de sus allegados, pero no hubo ni un solo mensaje de odio o de venganza. Solo la exigencia de un futuro sin violencia en el que la madre de Diego Salva pidió mantener "durante mucho, mucho tiempo" el título de madre del último asesinado por ETA. "Es mi esperanza, y una madre nunca se cansa se esperar", dijo, entre emocionados aplausos.