Tres años después del 11-M, las heridas provocadas por la mayor masacre en la historia de España permanecen sin cicatrizar. Al dolor de los familiares de los 191 muertos, a los traumas de los 1.824 heridos, a las pesadillas de quienes conocieron de cerca el infierno, se ha sumado la queja de las víctimas contra lo que consideran una instrumentalización política de su dolor.

La conmemoración, ayer, del tercer aniversario de la matanza desató las emociones contenidas. Muchos afectados expresaron su indignación por la creciente confrontación política en torno a la lucha antiterrorista, muy en particular por el "desinterés" de PP respecto a la conmemoración de la masacre de Madrid y por las dudas que los populares y sus medios afines intentan sembrar sobre la autoría de los atentados y la actuación policial. La coincidencia de este aniversario con la celebración del juicio del 11-M no ha hecho más que exacerbar los ánimos.

"Inmoralidad" Raúl Castillo, hijo de un ingeniero de 55 años muerto en uno de los cuatro trenes fatídicos --el que explosionó en la estación de Atocha--, considera que existe una "manipulación política vergonzosa" de la matanza, que atribuye al PP y a algunos medios, de los que cita en concreto a El Mundo . Para Castillo, los intentos de este diario para desviar el curso del juicio del 11-M con su teoría de la conspiración constituye una "inmoralidad brutal" y un "desprecio absoluto" a las víctimas.

Respecto a su situación personal, dice llevar por dentro una "herida muy grande", pero añade que el hecho de ser joven lo ayuda a salir adelante. Los atentados le dejaron una enseñanza: la de "repudiar los radicalismos". "No solo los de esa gente en alusión a los islamistas), sino a los de líderes como George) Bush, que también siembran fanatismo", subraya.

Que se diga "todo" Luis Alberto Ahijado iba en el primer vagón del tren de cercanías que registró cuatro explosiones a la altura de la calle de Téllez, cerca de la estación de Atocha. Tenía entonces 26 años. Su vagón era uno de los que llevaba carga explosiva, pero él se libró por los pelos de la muerte al estar rodeado por una barrera de cuerpos humanos. Una operación de córnea evitó que perdiera la vista. Hoy siente un pitido permanente en sus oídos, pero intenta retomar el curso de su vida y ha reanudado sus estudios de oposición para bombero.

"No me gusta que se politice el 11-M, que se utilice a las víctimas", señala. Aunque observa el "empeño" de "algunos" por vincular a ETA con la masacre, no se opone a que este asunto se plantee en el juicio "cuantas veces haga falta". Por el contrario, prefiere que se "diga todo lo que se quiera decir" para que, al final, no queden dudas. "A mí lo que me interesa es que sepa a ciencia cierta qué pasó", sostiene Ahijado, que se muestra muy conforme con el modo en que el tribunal que preside el magistrado Javier Gómez Bermúdez está desarrollando el juicio.

Una de las heridas de los atentados, que pidió anonimato, denunció la "politización desde todas las partes" del 11-M. Al PP le reprocha que se "mezclen" los atentados de Madrid en las manifestaciones que el partido de Rajoy apoya u organiza contra la política gubernamental frente a