Por poco que las predicciones demoscópicas acierten, el mapa español se va a teñir de más azul tras las elecciones locales y regionales en 13 comunidades y dos ciudades autónomas. El PSOE va camino de sufrir un revolcón peor que el de 1995, que abrió la puerta a la primera victoria electoral de José María Aznar al año siguiente, sin que la subida o el mantenimiento de IU pueda apenas compensar la caída socialista.

Esos augurios dan la razón a los barones territoriales socialistas que hacen responsable de sus males al desgaste del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, pues la valoración que ellos reciben en los sondeos es superior a las expectativas de sus siglas. Las repercusiones en el partido socialista ya están anunciadas: relevo en el liderazgo externo e inevitablemente en el interno. Pero también en el PP sus buenos resultados previstos tendrán consecuencias.

En primer lugar, parece lógico esperar que María Dolores de Cospedal, si se confirma que presidirá Castilla-La Mancha, abandone la secretaría general para concentrarse en sus tareas al frente de la región, aunque ello suponga una caída en los espectaculares emolumentos que cobra en la actualidad por compaginar varios empleos: senadora por designación de las Cortes manchegas, número dos del PP y abogada del Estado en excedencia. En ese supuesto, su relevo amenaza con abrir luchas internas entre las alas dura y moderada del partido para colocar a uno o una de los suyos y marcar mejor a un indolente Rajoy.

Otro buen resultado electoral, en la Comunidad Valenciana en este caso, comportará complicaciones en el PP por muy contradictorio que parezca. El imputado Francisco Camps, pese a su caída en valoración personal, puede incrementar su actual mayoría absoluta. El desencuentro entre este y Rajoy a cuenta del caso Gürtel es conocido y el barón valenciano tratará de hacer valer su éxito electoral para blindarse ante la acción de la justicia ("las urnas me han absuelto"), lo que pondrá en un brete a la dirección del partido.

Valencia --y en menor medida Madrid, donde la lideresa sale de rositas de los escándalos de espionaje y corrupción por personas de su entorno-- es un ejemplo terrible de que la opinión pública está dispuesta a aceptar y perdonar la corrupción de sus dirigentes. ¡Y nos escandalizamos con la Italia de Berlusconi! Ya lo dejó escrito el dramaturgo Henrik Ibsen en Un enemigo del pueblo: las mayorías, por amplias que sean, no tienen necesariamente razón. "He descubierto que las raíces de nuestra vida moral están completamente podridas, que la base de nuestra sociedad está corrompida por la mentira", pone en boca del protagonista, el honrado, aislado y desengañado doctor Stockmann.