En un punto del inabarcable desierto del Sahel, Albert Vilalta y Roque Pascual se encontraron cara a cara con Mustafa Chafi, el mediador al que, gracias a su quehacer durante los últimos meses, le deben en parte el haber llegado anoche sanos y salvos a Barcelona. "Parecía que la libertad nunca llegaría". Se lo dijeron los dos cooperantes a Chafi, cansados pero felices, bajo un sol abrasador, en Malí. El negociador, a través de un amigo, transmitió por teléfono a esta corresponsal las primeras palabras de Vilalta y Pascual tras su recién recuperada libertad. "Es un gran día para nosotros", añadió horas más tarde Vilalta en Uagadugú, capital de Burkina Faso, minutos antes de embarcar de vuelta a casa.

Allí, en mitad del desierto, las dos víctimas del más largo secuestro de la versión magrebí de Al Qaeda eran libres. Se abrazaron a Chafi y le besaron locos de alegría ("Ni siquiera mi madre me ha abrazado jamás así", contaba, divertido, el mediador), pero aún no estaban seguros. A media tarde del domingo, el fin del rapto daba paso, en realidad, a una delicadísima fase que puso en alerta al Ejecutivo español. Vilalta y Pascual se subieron a un todoterreno que viajó por la zona, rumbo a Burkina Faso, escoltado por dos compañías armadas enviadas personalmente a la zona por el presidente de Malí.

Desde que salieron del bastión de Al Qaeda, los dos cooperantes viajaron, en principio, ya bajo control de un aliado de la diplomacia española, pero el Gobierno tenía motivos para no anunciar aún la liberación. De forma inesperada, la televisión árabe Al Arabiya avanzó que el grupo que había secuestrado a Vilalta y Pascual, y que liberó a Alicia Gámez el 10 de marzo, ya no tenía a los dos cooperantes en su poder. Tal vez sin saberlo, Al Arabiya había propiciado que el viento del desierto anunciara que los secuestradores habían dado por buenos el pago del rescate (siete millones de euros es la cifra que facilita la cadena con fuentes más que solventes en Al Qaeda) y la liberación por parte de Mauritania de un colaborador del rapto, Omar Saharaui, condenado a 12 años de cárcel.

INQUIETANTE MENSAJE No a todas las facciones terroristas que operan en el Sahel les parecía suficiente el punto en el que se había detenido la puja, así que, en cierto modo, Al Arabiya lanzaba un inquietante mensaje: por el desierto iban, más o menos protegidas, dos valiosas piezas, Vilalta y Pascual. La principal amenaza era el islamista argelino Abdelhamid Abu Zeid, responsable del asesinato del cooperante francés Michel Germaneau, que apenas unos días antes ya se había mostrado públicamente contrario a la liberación de los rehenes españoles. La recta final hacia la libertad fue, por tanto, una angustia que duró casi 24 horas.

Las mujeres de Vilalta y Pascual fueron avisadas personalmente por la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, el mismo domingo. Ayer por la mañana viajaron a Torrejón de Ardoz para, llegado el momento, embarcar con destino a Uagadugú. Fue, seguro, una espera tensa. La luz verde aún no se había encendido.

De hecho, no fue hasta que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, compareció ante la prensa a las 14.15

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