Este domingo se acabará por fin el postureo y cada líder político tendrá que jugar sus cartas ya de verdad, sin otra campaña electoral a la vista. Y es que en el último mes todo era muy relativo. Había que esperar. Solo eso. Sin mojarse ni meter la pata hasta las elecciones municipales y autonómicas. Había que esperar para conocer los planes y las compañías del gobierno de Pedro Sánchez. Había que esperar para averiguar si Pablo Iglesias estaba cerca o lejos de asumir un ministerio. Había que esperar para ver si Ciudadanos mantenía con firmeza su veto al PSOE, una vez que ya no estaban las urnas a la vista. Había que esperar para saber qué va a pasar con el Partido Popular, si va a sobrevivir a las embestidas electorales o si, por el contrario, va a entrar a partir de ahora en una catarsis sangrienta para terminar, vete tú a saber cuándo, en un proceso de reinvención interna. Desde ese punto de vista, seguramente este lunes se apagarán los debates sobre Amancio Ortega, su grado de compromiso fiscal y sus donaciones para luchar contra el cáncer. Tampoco será importante ya si en los colegios de Madrid se les habla a los niños de zoofilia o se les enseña a ser expertos en «fetichismo con los pies». No sé si conseguiremos acostumbrarnos al toque pintoresco que aporta Vox a nuestro panorama político. Pero quizá optan por orillar ya el sexo animal y vuelven a dedicar todos sus esfuerzos a los cuchillos jamoneros como instrumento doméstico de defensa. No hará falta ya soltar de golpe todas las ideas descabelladas.

A partir de mañana, el PSOE no tendrá que hacer cálculos electorales para poder decir lo que de verdad piensa sobre el futuro de Cataluña. Les ha costado llegar hasta aquí. Primero, intentaron ocultar la foto de Oriol Junqueras con Pedro Sánchez en el Congreso. Luego, intentaron ralentizar el procedimiento para suspender a los diputados presos. Ya nos contará Podemos si intentaba beneficiar a Ada Colau votando en contra del dictamen de los letrados del Congreso; algo que hasta ahora solo había ocurrido en el Parlament y con nefastas consecuencias. No sé si eso augura un futuro Gobierno de coalición medianamente llevadero. Por último, los socialistas (no solo el PSC) ya podrán hablar en público tranquilamente sobre indultos, prisiones preventivas y sentencias absolutorias. A ver si conseguimos averiguar qué piensa Sánchez de verdad.

En unas horas, sabremos también si Albert Rivera tiene razones para intentar ejercer de líder de la oposición, aunque solo sea por incomparecencia de Pablo Casado. El PP se la juega este fin de semana. Y de qué manera. Si no mantienen el poder en Madrid, ya se pueden ir preparando, por mucho que su líder crea que todo se soluciona cambiando al equipo. Cuentan que Feijóo no quiere repetir en Galicia, porque revalidar la mayoría absoluta es misión imposible.

Si hay desastre el 26-M, el PP podría intentar traerle a Madrid por aclamación, que es como a él le gustaría aterrizar en Génova.