El Yakovlev 42 que se estrelló en Trebisonda (Turquía) el pasado 26 de mayo, con 62 militares españoles a bordo y 12 ucranianos que formaban la tripulación, despegó con 59.290 kilos de carga, a pesar de que su peso máximo permitido era de 57.500, según la versión oficial ofrecida por Defensa. Es decir, 1.790 kilos más sobre el peso autorizado. Un hecho que pasó desapercibido, pero que conllevó un grave riesgo en el despegue.

Según publica hoy El Periódico de Aragón , frente a las 17,2 toneladas de combustible que, según el secretario general de Política de Defensa, Javier Jiménez-Ugarte, llevaba el Yak-42, los registros de la caja negra del vuelo de Manás (Kirguizistán) a Trebisonda (Turquía) establecen que el aparato portaba 19 toneladas de queroseno cuando despegó.

Así, a los 57.490 kilos de carga que portaba el avión, según el manifiesto de carga, habría que sumar las 1,8 toneladas de combustible extra que tenía el aparato y que aparecen registradas en la única caja negra que no estaba averiada. La otra, que recoge las conversaciones de cabina, estaba estropeada, según la versión oficial, antes del impacto.

Para los expertos aeronáuticos consultados, la explicación a este desajuste entre los datos de Defensa y la caja negra obedece a una práctica ilegal de los tripulantes: la manipulación por parte del comandante del manifiesto de carga para esconder la cantidad real de combustible. El sobrepeso en cualquier avión constituye una grave infracción de la normativa aeronáutica y un riesgo evidente para el pasaje.

Además, el plan de vuelo preveía una velocidad de crucero de 700 kilómetros por hora y una altitud de 29.000 pies. En un intento de ahorrar combustible, la velocidad real rondó los 535 kilómetros por hora y la altura fue de 31.000 pies. Menos velocidad y mayor altura conllevan menos consumo de queroseno. Esta práctica suele ser frecuente.

Los expertos afirmaron que el Yak-42 voló con los dos motores laterales a una potencia normal, mientras al motor central se le redujo sensiblemente. Este hecho sí es poco habitual y, sobre todo, bastante peligroso en caso de que uno de los motores laterales sufra una avería. De ahí que, aunque Jiménez-Ugarte apuntara que el Yak-42 contaría con cinco toneladas de combustible cuando se estrelló en Turquía, la caja negra establece que, en el momento del siniestro, el avión tenía en sus depósitos 10,2, más de la mitad.

Esta hipótesis, de ser ciertos los datos de la caja negra, desmentiría la versión que asegura que el avión no tenía combustible suficiente para llegar al aeropuerto alternativo de Ankara.