Cada día que pasa parece más cercana la ilegalización de Acción Nacionalista Vasca (ANV). El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, advirtió ayer de que la legalidad de ANV es "mucho más frágil hoy que ayer". A pesar de que en sus declaraciones públicas elude referirse al futuro de la izquierda aberzale, Zapatero aprovechó el acto de conmemoración del 29º aniversario de la Constitución para remarcar que tanto las fuerzas de seguridad como la Abogacía del Estado y la Audiencia Nacional recopilan indicios y pruebas sobre la posible vinculación entre ANV y ETA.

El presidente respondió a las exigencias del PP --que ayer volvió a reclamar la disolución de ANV-- con una petición de calma, y recordó que la última palabra sobre el futuro de la fuerza aberzale la tiene la justicia. Seguramente por eso, cuando se le preguntó cuándo se iniciará la ilegalización, el presidente evitó concreciones: "Falta lo que dé de sí el trabajo que hace la policía, la Guardia Civil, la tarea que tiene que hacer en su caso la fiscalía o la de los jueces en el ámbito penal".

INDICIO IMPORTANTE El Gobierno reconoce que el hecho de que ANV no haya condenado el atentado que ha costado la vida a dos guardias civiles, Raúl Centeno y Fernando Trapero, es un indicio importante, aunque remarcó que no puede considerarse como una prueba. En todo caso, según el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, puede llegar a configurar una "argumentación jurídica" que favorezca la ilegalización. Esta actitud no es entendida por el PP, que sostiene que hay pruebas suficientes para ilegalizar ANV desde que logró presentar algunas candidaturas en las elecciones municipales.

A pesar del esfuerzo evidente por utilizar un tono si no conciliador, como mínimo correcto, tanto Zapatero como el líder del PP, Mariano Rajoy, evidenciaron ayer que será más que complicado recuperar los puentes rotos en el consenso sobre política antiterrorista. El presidente prometió que en su caso estaba dispuesto a "no mirar atrás" en aras a un "entendimiento sincero", aunque también reconoció que el acuerdo "llevará su tiempo". Zapatero explicó, como ejemplo de su predisposición al diálogo, que en estos últimos días ha llamado tres veces al jefe de la oposición para informarle de los detalles sobre el ataque de ETA en Francia y las posteriores investigaciones policiales.

ACUERDOS ROTOS Rajoy reconoció que el presidente le había llamado, pero ironizó con la hora y el contenido de la conversación: "Sí, me llamó a las 21.30 horas para contarme que la policía había detenido a dos terroristas". Es decir, cuando los medios de comunicación llevaban horas informando de ambas detenciones. El líder del PP, que ya da por finalizada la legislatura, acusó al Ejecutivo de haber roto los principales acuerdos --aseguró que él no quiere un consenso para "negociar" con ETA--, y recuperó la denuncia de que Zapatero, preso de los partidos nacionalistas, ha gobernado pensando en su conveniencia y no en el interés general.

Con un discurso de penetrante fragancia electoral, Rajoy se comprometió a recuperar los "grandes consensos nacionales", que en su opinión solo son los que puedan protagonizar PSOE y PP, porque son "los que representan a la mayoría y son alternativa de Gobierno". Rajoy acusó al Gobierno socialista de haberlo puesto todo "patas arriba" y se presentó a él mismo como la garantía de la "serenidad" --palabra que utiliza a menudo Zapatero-- que España necesita.

Zapatero y Rajoy evidenciaron su distanciamiento solo unos minutos después de que el presidente del Congreso, Manuel Marín, hubiese reclamado a los partidos que dejasen de "acumular reproches". Marín, en el que fue uno de sus últimos discursos como presidente de la Cámara baja, se lamentó de la crispación vivida durante esta legislatura. Reclamó consenso y que los partidos tengan "sentido del límite" a la hora de marcar distancias.

"OTRAS FORMAS" El presidente del Congreso, como hizo también el año pasado durante este mismo acto, pidió "otras formas en política" y advirtió de que no se puede permitir otra legislatura "tan dura y tan ruda". Zapatero calificó de "atinado" el discurso de Marín y Rajoy evitó comentarlo. Parecía que nadie quería darse por aludido.