Un partido desmoralizado y hundido en los sondeos. Un líder convertido en un cadáver político andante. El momento y el lugar elegido por José Luis Rodríguez Zapatero para entrevistarse ayer con el primer ministro británico, Gordon Brown, fueron sorprendentes. Nadie en estos días tiene demasiadas ganas de acercarse a la conferencia de los laboristas en Brighton. Menos aún de dirigirse a la audiencia en el último gran show antes de perder el poder. Zapatero, sin embargo, subió al estrado para hablar de cambio climático. Y para dar un espaldarazo a Brown, al que alabó como el hombre que ha liderado la respuesta a la crisis financiera internacional.

"Brown representa una Gran Bretaña abierta a Europa y abierta al mundo", dijo, sin calibrar, quizá, que todo lo europeísta huele en el Reino Unido a azufre. Los dos mandatarios posaron juntos ante las cámaras y conversaron. La economía, inevitablemente, dominó el encuentro.

España se hará cargo de la próxima presidencia de la Unión Europea y Brown pidió a Zapatero que aproveche su mandato para consolidar el G-20 como foro de diálogo. Ambos, según fuentes diplomáticas españolas, insistieron en la necesidad de potenciar un nuevo modelo económico, que se traduzca en la creación de empleo estable y cualificado. A la próxima cumbre sobre cambio climático de Copenhague, también en eso estuvieron de acuerdo, hay que acudir con un acuerdo previo, aunque sea de mínimos, para afrontar el problema.

En la tribuna, Zapatero habló del PSOE y el laborismo como "partidos hermanos". "El partido de los que no tienen de todo", declaró entre los aplausos de la audiencia. Y a modo de despedida, dejó a los desesperados militantes una receta milagrosa para lograr lo imposible. "Suerte, suerte, trabajo, trabajo, esa es la clave de la victoria".