José Luis Rodríguez Zapatero imprimió ayer un giro de 180 grados a la posición del PSOE en la negociación sobre el Gobierno de la Diputación de Alava. Tras la reunión de la ejecutiva socialista, anunció que el PSOE renuncia a llevar a la presidencia a su candidato, Javier Rojo, y que se la entregará al del PP, Ramón Rabanera, "sin pedir nada a cambio". Este anuncio, desairó a los socialistas alaveses.

El portavoz del PSE en las Juntas Generales de Alava (diputación provincial), Txarli Prieto, reaccionó poniendo en entredicho la orden de su líder federal. "Hoy por hoy", dijo Prieto, no existe ningún acuerdo para apoyar a Rabanera. Y agregó que las palabras de Zapatero no eran más que una declaración de intenciones, faltas de maduración y de una concreción por parte de los socialistas alaveses, que, dijo, "siguen apostando por Rojo".

Pese a la reacción de Prieto, Rojo anunciará hoy mismo que arroja la toalla y asume la decisión de Zapatero, según fuentes del PSOE.

LA PRESION DEL PP

Prieto incluso opinó que el líder del PSOE "se había dejado influir por una presión impresentable que le está haciendo el PP" al intentar dar la imagen de que los socialistas rompen la política constitucionalista por querer disputarles la Diputación de Alava.

Ajeno a esa reacción, Zapatero explicó que su decisión era un "ejemplo de generosidad" en Euskadi, puesto que salía en defensa de los valores democráticos, la Constitución y el Estatuto. A su juicio, la decisión de la dirección socialista demuestra que, entre la defensa de esos principios y el poder, el PP opta por lo segundo, y el PSOE, por lo primero.

Tras el anuncio de Zapatero, Rabanera se apresuró a ofrecer al PSE una coalición para gobernar la diputación "lejos de la radicalidad nacionalista". En réplica a esta oferta, los socialistas alaveses aseguraron que si no consiguen sus objetivos, es decir que Rojo sea el presidente, pasarán directamente a la oposición.

Hasta ayer y con el respaldo directo de Zapatero y de la dirección del PSE, Javier Rojo estaba negociando con el PP que los conservadores se quedasen con la alcaldía de Vitoria, y los socialistas con la presidencia de la diputación alavesa. El PSE argumentaba que un pacto así reflejaría la alineación de dos partidos muy diferentes en defensa de la Constitución y del Estatuto. Zapatero había avalado personalmente esta propuesta y considerado "lamentable" el rechazo del PP a aceptarla.

LA ADVERTENCIA

Rojo introdujo en la negociación la advertencia de que los diputados forales del PSE facilitarían indirectamente que el candidato de la fuerza más votada, el peneuvista Alvaro Iturritxa, acabase haciéndose con la presidencia de la diputación si los conservadores no atendían a sus demandas. Para el partido de Zapatero, era fundamental que desde esa plataforma de poder, Rojo fuese protagonista de iniciativas para intentar detener el plan soberanista de Ibarretxe.

Pero la negativa inamovible del PP al reparto de las instituciones alavesas con el PSE acabó haciendo ver a la dirección socialista la inconveniencia de consumar su amenaza de permitir que el PNV se quedase con la diputación, según fuentes del PSOE. Eso habría puesto en manos del PP una potente arma de ataque al PSOE, según las mismas fuentes.

Así que Zapatero decidió dejar de apostar por una batalla perdida. Aunque lo hizo de tal modo que sorprendió y disgustó a dirigentes próximos a Rojo. Según éstos, el desenlace no debía haberse planteado antes de la formación del Ayuntamiento de Vitoria.

EL PNV HABLA DE FRAUDE

El candidato del PNV a la presidencia de la Diputación Foral de Alava, Alvaro Iturritxa, cuya lista fue la más votada el 25 de mayo, denunció la "pantomima" y el "fraude electoral" que, en su opinión, van a cometer populares y socialistas porque, dijo, antes de estas tensiones ya habían formado una "coalición encubierta".