El PSOE ha empezado a revisar los desperfectos de los puentes con CiU para evaluar qué posibilidades hay de reconstruirlos si, tras las elecciones del 1 de marzo, los socialistas de Patxi López envían al PNV a la oposición en Euskadi y, como consecuencia, los nacionalistas vascos retiran en Madrid su apoyo al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

Esta carambola política, probable según las encuestas, dejaría al Ejecutivo del PSOE en una situación de extrema debilidad. En la primera legislatura de Zapatero (2004-2008), los socialistas se apoyaron fundamentalmente en IU, en ICV y en ERC, y también en CiU (el Estatuto), para sacar adelante los proyectos del Gobierno. En esta segunda legislatura, Zapatero ha logrado aprobar el primer presupuesto merced a los siete diputados del PNV y los dos del BNG. Con los peneuvistas le hubiera bastado: siete son los escaños que separan al PSOE de la mayoría absoluta.

Zapatero tendría garantizado el apoyo del PNV en el Congreso si Juan José Ibarretxe ganara por la mínima y pudiera reeditar el triparto vasco. Es decir, si las cosas quedasen como están. Seguramente, también lo conservaría si el PNV, aún venciendo, no pudiera rearmar el tripartito y hubiese de acudir al PSE en busca de ayuda. En ese caso, Patxi López podría exigir a los peneuvistas la cabeza de Ibarretxe y su sustitución por un moderado. López no accedería a entrar en el Gobierno vasco; se limitaría a apoyarle, con lo que lograría tres cosas: dejar fuera de circulación a Ibarretxe, tener en sus manos la estabilidad del Gobierno nacionalista y no perjudicar a Zapatero. Las demás posibilidades (victoria del PSE o, peor aún, triunfo del PNV pero ascenso de López a la presidencia con los votos del PP) acabarían con la entente PSOE-PNV en Madrid. A menos que el PSE ganase y tendiese la mano al PNV y este decidiese sacrificar a Ibarretxe y entrar en el Ejecutivo de López.

DOS VIAS Si perdiera el favor de los nacionalistas vascos, al Gobierno solo le quedarían dos vías para garantizarse una cierta estabilidad parlamentaria. Una opción sería reconciliarse con IU, ICV y ERC, que junto con el BNG suman los siete escaños que el PSOE necesita. Con estos apoyos saldrá adelante este año la ley de plazos del aborto, pero los socialistas no confían en poder convertir esta coincidencia en una alianza de legislatura. La otra vía sería buscar un arreglo con CiU.

¿El desamor de Artur Mas con Zapatero es irreversible? ¿Y con Unió, sería factible contar con Josep Antoni Duran Lleida en contra de Mas? Las respuestas de los nacionalistas catalanes difieren según procedan del socio mayoritario de CiU, Convergència, o del minoritario, Unió.

El convergente, Artur Mas, no desaprovecha la menor ocasión de recordar que se considera traicionado por Zapatero. Mas entiende que el pacto con el que el presidente y él desencallaron el Estatuto, en enero del 2006, incluía el compromiso de que el PSC no impediría la vuelta de CiU a la Generalitat si Mas ganaba las autonómicas del 2006.