En el debate sobre el estado de la nación, que ayer clausuró el curso parlamentario, se han esbozado las tres líneas estratégicas con las que José Luis Rodríguez Zapatero tratará de revalidar la mayoría en las elecciones generales. Tras el fracaso del proceso de paz y el revés del PSOE en las municipales del 27-M, el presidente se esforzará en recobrar la confianza de Cataluña --clave en su victoria del 2004--, realzará las políticas sociales y ahondará en el aislamiento de un Rajoy a quien el fin de la tregua de ETA ha dejado sin discurso.

"A estas alturas, incluso si hay muertos, el terrorismo no da ni quita un solo voto", diagnostica un asesor del presidente, convencido de que, para ganar las elecciones, el PSOE debe obtener la confianza de las clases medias y bajas --de ahí los 2.500 euros por hijo, y lo que vendrá-- y colmar sus graneros electorales de Andalucía y Cataluña. Este último, por cierto, algo esquilmado por los recortes del Estatut, las demoras en su despliegue y, sobre todo, la creciente insatisfacción de los catalanes por el déficit de infraestructuras.

Pero el Gobierno central ya está intentando enmendar este descontento. De hecho, ayer se aprobaron dos resoluciones --negociadas previamente por el conseller de Interior, Joan Saura, y el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, Francisco Caamaño--: una pide que las inversiones adicionales no se ciñan a Fomento y Medio Ambiente; la otra fija la agenda de la comisión Estado-Generalitat del 17 de julio que abrirá el grifo de los traspasos.

DESAVENENCIAS Pero no todo fueron buenas nuevas en el hemiciclo. Pese a que Zapatero anunció que el traspaso de Cercanías se cerrará en enero, CiU votó contra las propuestas estatutarias del PSOE e Iniciativa. Lo que no impidió que siete mociones de CiU prosperaran con el apoyo socialista.