En el vídeo que celebra su década al frente del PSOE se le ve sonreír mucho a José Luis Rodríguez Zapatero, mucho más de lo que sonríe en estos días de crisis económica y soledad parlamentaria. Es una secuencia de un minuto a mayor gloria de su secretario general y presidente del Gobierno, con loas al "compromiso", las "ideas", el "impulso" y, cómo no, el "talante" de un líder socialista que ayer --fecha del 10º aniversario de su triunfo--, cuando se le acusa de no haber explicado lo suficiente ante su partido los recortes sociales, de no haberlo mimado, incluso de ir contra el ideario de la fuerza política, les dijo a sus principales dirigentes que lo de ahora solo es "un pequeño paréntesis".

Que él, digan lo que digan, sigue siendo de izquierdas. Fueron palabras severas, graves, pero mucho más pensadas para generar ilusiones, al menos hacia dentro, que las que pronunció la semana pasada en el Congreso, durante el debate sobre el estado de la nación.

"Para que la economía funcione mejor, las reformas son imprescindibles. Hemos hecho un pequeño paréntesis para seguir avanzando en las políticas sociales", sostuvo en la sede del PSOE, ante la actual dirección del partido, los miembros del Gobierno y varios presidentes autonómicos.

LA GRAN SORPRESA Sucedió el 22 de julio del 2000. Ese día, contra todo pronóstico, un casi anónimo Zapatero ganó a tres buques insignias del socialismo: José Bono, hoy presidente del Congreso; Rosa Díez, ahora diputada de UPD y látigo del Ejecutivo, y Matilde Fernández, en la actualidad parlamentaria socialista de la Asamblea de Madrid.

A partir de ahí, apostó por una suave oposición al Gobierno de José María Aznar --Bambi , le llamaban por entonces--; renovó el PSOE de arriba abajo junto a su número dos, José Blanco; ganó, de nuevo por sorpresa, en las elecciones generales del 2004, marcadas por los atentados del 11-M; gobernó en su primera legislatura, de bonanza económica, con un proyecto basado principalmente en la política social, y volvió a vencer, esta vez de forma mucho más predecible, en los comicios del 2008. A partir de entonces tuvo que lidiar con una recesión que ha dañado su popularidad en la calle y en las filas socialistas.

"Tenemos maneras de pensar que no son milimétricamente iguales, pero en lo general estamos de acuerdo. No somos un partido monolítico a la rumana", reconoció ayer el gran derrotado de hace 10 años, Bono, en una frase que refleja tanto las divergencias socialistas en torno al modelo territorial español, como las que existen sobre la forma de enfrentarse a una recesión que ha causado, entre otras cosas, que los sindicatos convoquen su primera huelga general bajo el mandato de Zapatero.

DIFICIL Y NECESARIO Tras recordar su ascenso a la cúpula socialista y las leyes sociales aprobadas en su primer periodo en el palacio de la Moncloa --la de la violencia machista y la de dependencia--, el líder socialista sostuvo que la crisis era "grave" pero que sus proyectos "en favor del progreso permanecen intactos"; que algunas medidas "producen beneficios a corto plazo", como las de la pasada legislatura, pero otras, las más "difíciles" y "necesarias", caso de la reforma laboral, los crean "a largo plazo", para acabar concluyendo, en una vuelta de tuerca a aquel "no estamos tan mal" con el que empezó su discurso en el congreso socialista del 2000, que "estamos mucho mejor de lo que parece".