Mantener la presión diplomática y exigencia democrática, pero con disposición al diálogo. Con esta receta afronta José Luis Rodríguez Zapatero las siempre complejas relaciones de España con Fidel Castro. Ausente el comandante de la cumbre de la Unión Europea (UE), América Latina y Caribe, celebrada ayer en Guadalajara (México), el ministro español de Asuntos Exteriores y Cooperación, Miguel Angel Moratinos, tenía previsto transmitir este mensaje a Felipe Pérez Roque, su homólogo cubano.

El Gobierno español es consciente de que el embargo de EEUU sobre Cuba, aunque condenado por la UE e Iberoamérica, ha provocado el encastillamiento del régimen castrista, que ha reforzado la represión de la disidencia hasta el extremo de dictar algunas penas de muerte. Por eso, aunque no comparta las muestras de desdén que José María Aznar prodigó con Castro en sus tormentosas relaciones, la diplomacia española entiende que, en las actuales circunstancias, carece de margen de maniobra para limar asperezas con el dictador cubano.

Aunque el Ejecutivo del PP achacó al PSOE un exceso de complacencia con Castro, el Gobierno socialista seguirá fiel a la doctrina de la UE, que condiciona la flexibilización de su postura frente a Cuba a que el régimen haga gestos en favor de la apertura. Sólo si Castro diera esos pasos --liberación de presos políticos y otros avances democráticos-- España presionaría a la UE para que suavizara su posición.

Una actitud de firmeza que, como ayer quería demostrar Moratinos ante Pérez Roque, la diplomacia española pretende hacer compatible con un mayor esfuerzo de diálogo. Franco y sin concesiones, pero con una predisposición más abierta que la mostrada por el Gobierno de Aznar. Sin embargo, todavía aparece muy lejana la posibilidad de que el rey Juan Carlos visite Cuba, y tampoco el titular de Exteriores tiene en agenda visitar la isla.