Ni reproches, ni reservas, ni regateos. José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy aparcaron ayer dos años de mutuos recelos para afrontar juntos el proceso que, si nada se tuerce, conducirá al fin de ETA. En una mañana primaveral, la Moncloa acogió el deshielo de las hasta ahora gélidas relaciones entre el presidente y el líder del PP, a quienes el alto el fuego etarra ha obligado a enterrar sus disputas para estar a la altura de las circunstancias. Su gran acuerdo fue establecer una interlocución "directa y exclusiva" para que, sin intermediarios, Zapatero comparta con Rajoy la "información esencial" sobre el proceso.

Tan cordiales fueron las dos horas y media de charla, y tan pródigas en gestos de buena voluntad, que Zapatero incluso cedió a Rajoy el privilegio de comparecer ante las cámaras en la sala de la Moncloa reservada para el presidente, los ministros y los dignatarios extranjeros. En un gesto también sin precedentes, fue el propio jefe del Ejecutivo quien, para realzar el papel de Rajoy, informó personalmente a la prensa, función que suele encomendar a la vicepresidenta Teresa Fernández de la Vega o a Fernando Moraleda, secretario de Estado de Comunicación.

LA VERIFICACION, EN MARCHA Guiños aparte, Zapatero resaltó el "tono positivo" de la entrevista, que definió como "un buen primer paso" para recuperar la confianza mutua. Aunque todavía cauteloso --"tras casi dos años de diferencias notables queda mucha tarea por delante"--, el presidente pronosticó que el acuerdo con todas las fuerzas políticas, y de forma "muy singular" con el PP, incluso puede acelerar la consecución de la paz.

Para garantizarle a Rajoy la cuota de protagonismo que requiere, y también para blindarle frente a quienes dentro del PP apuestan por mantener la línea dura de oposición, Zapatero prometió al jefe de la oposición un hilo directo de comunicación sobre los avances en el camino hacia la paz. Ayer empezó por detallarle el "análisis" sobre ETA que el Ejecutivo ha evaluado "en el último año", y también evocaron otros procesos de negociación con la banda. En rueda de prensa, incluso reveló que el Gobierno "ya está trabajando" en la verificación de si el alto el fuego permanente representa "el principio del fin definitivo, absoluto y total de cualquier tipo de acción violenta".

Pocas pistas más quiso dar sobre un proceso que, repitió, será "largo, difícil y duro". Garantizó, eso sí, que la renuncia de ETA a la violencia no tendrá ningún efecto sobre las instituciones vascas. Y en tácita referencia a Batasuna y a la autodeterminación, sentenció que "todas las voces" y "todas las ideas" pueden defenderse "dentro de la legalidad y democráticamente".

Aunque en público no lo expresó tan claramente, el presidente opina que la comisión de seguimiento del pacto antiterrorista PSOE-PP sólo debe abordar aspectos "técnicos" del proceso de pacificación, mientras que las decisiones políticas deben acordarlas él y Rajoy. De hecho, fuentes de la Moncloa aseguraron que fue el propio líder del PP quien pidió a Zapatero una interlocución directa. También revelaron que se mostró más conciliador a puerta cerrada que ante las cámaras, actitud que atribuyeron a la necesidad de contentar al ala dura del PP.

Ante los periodistas, Rajoy defendió la "conveniencia" de que se reúna la comisión de seguimiento del pacto antiterrorista, pero reconoció que la "cooperación" entre PSOE y PP ya implica rehabilitar este acuerdo. Esta era, de hecho, una de las demandas con que el presidente del PP había llegado a la Moncloa.

La principal conclusión que el dirigente conservador extrajo fue que Zapatero no ha adquirido "ningún compromiso" con ETA a espaldas del PP. "Se lo he preguntado y me ha contestado que no. Esto es lo más relevante", concluyó Rajoy. Y, como consecuencia, brindó al presidente un apoyo "sin apellidos ideológicos ni partidistas", como corresponde a una cuestión de Estado.

El líder de los populares dejó claro que, en este momento, lo más urgente es asegurarse de que el anuncio de ETA no tiene vuelta atrás, y dio su visto bueno para que Zapatero lo verifique. "Constatar la voluntad definitiva de ETA de dejar las armas es la prioridad. Yo no me movería de aquí por ahora", recomendó. En esta tarea, aconsejó prudencia y reclamó al Gobierno que "no se precipite" ni dé pasos que "comprometan" al Estado.

LAS ´LINEAS ROJAS´ Por ello, hasta que esté totalmente convencido de que ETA va a abandonar el terror, y "para que nadie se llame a engaño", el dirigente conservador recordó cuáles son sus líneas rojas. No tolerará ningún paso "que pueda interpretarse directa o indirectamente" como una concesión o contrapartida política a ETA. Tampoco dejará que en una mesa de partidos se aborden cambios en la legalidad vigente de Euskadi, Navarra o España, ni que se contacte con la banda o con otra organización ilegal --en referencia a Batasuna-- para tratar de estas cuestiones.

Por último, instó al Gobierno a "tener en cuenta la opinión, la dignidad y los derechos de las víctimas".