Por una vez y sin que sirva de precedente, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el jefe de la oposición, Mariano Rajoy, coinciden en el objetivo a lograr antes de terminar el curso político: el aprobado será para el que logre acercarse más a los socialistas descontentos. Ambos consideran a este sector de la población clave para salvaguardar sus intereses electorales a medio plazo, ya que, en menos de un año, serán convocados a las urnas en los comicios municipales y autonómicos. Además, los populares no están dispuestos a claudicar y seguirán reclamando el adelanto de las generales. Los electores que en el 2008 votaron al PSOE y que ahora no volverán a hacerlo alcanzan, según los cálculos del PP, el millón y medio.

Así las cosas, Zapatero tiene prisa por taponar la herida que le provocó la crisis y que se ha infectado seriamente con el tijeretazo, ya que por ella supuran miles de votos que fueron suyos, según las últimas encuestas. A Rajoy, sin embargo, le conviene más que nunca dar un mensaje de centro (o eso es lo que dicen sus asesores) para no asustar al colectivo de los defraudados con el PSOE y evitar el efecto rebote. Se trata, según los populares, de garantizar como mínimo su abstención, sin renunciar a hacerse con parte del voto promiscuo, ese dispuesto a cambiar de papeleta según las circunstancias.

LAS BAZAS Para ver quién acierta en su estrategia todavía queda tiempo, pero las direcciones del PSOE y del PP ya se han puesto a trabajar, dado que conocen la fecha de un examen relevante: el del debate del estado de la nación, el 14 y 15 de julio en el Congreso de los Diputados. Tanto Ferraz como Génova son, estos días, un hervidero de ideas que, fundamentalmente, intentan atraer a los descreídos.

Los socialistas se toman muy en serio las últimas encuestas. El Barómetro de España elaborado para el Grupo Zeta, conocido la semana pasada, pone de relieve la poca fidelidad del votante del PSOE. Solo el 56% de los que apostaron por Zapatero en el 2008 volverían a hacerlo, y el 19,7% (más de dos millones de personas) asegura que escogería a otro candidato. De hecho, el electorado socialista no tiene buena imagen del jefe del Ejecutivo, al que otorgan una nota del 5,5. Rajoy, en cambio, disfruta de una fidelidad del 82,4% y pasa el examen entre los suyos con un 6,6.

Ante este escenario, dirigentes del PSOE explican en privado que esperan que Zapatero aproveche las próximas semanas para iniciar un camino de retorno hacia la izquierda. Tiene varias bazas que puede utilizar: sacar adelante el ya anunciado (sin fe-

Pasa a la página siguiente