Amenos de tres meses de las elecciones, los dos principales contendientes intercambian golpes de tanteo que más parecen tácticas de diversión. José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy llegan a la recta final de esta crispada legislatura con un panorama demoscópico incierto --la ventaja socialista en los sondeos, fluctuante, oscila entre 2,3 y 6 puntos-- y estrategias también cambiantes. Presidente y aspirante pujan por el centro mediante una subasta de promesas con las que uno y otro intentan seducir al votante del rival. La primera regla de oro del candidato es no ejercer la autocrítica ni admitir errores, que de eso ya se encarga el adversario. Pero los hay, y a granel. Prueba de ello es que, aunque sin confesarlo, Zapatero y Rajoy vienen rectificando sus respectivos discursos para conquistar el codiciado voto de centro. Señal de que ambos temen haberse escorado en exceso.

Los expertos de ambos partidos definen el voto de centro no solo como el carente de una ideología muy definida, que también, sino sobre todo el de quienes no son fieles a sigla alguna. Libre de la doctrina partidaria, ese votante transita por un triángulo en cuyos vértices figuran los dos grandes partidos y la abstención. Muy pocos, según los sociólogos, votan alternativamente al PSOE y el PP; antes de dar el salto, se abstienen.

FIDELIDADES DISPARES Aunque difícil de cuantificar con precisión, en esa millonaria bolsa de votos el PP aventaja al PSOE, según admiten los estrategas socialistas. Y, tras el revés en las municipales, las encuestas confirman la tendencia: solo dos de cada tres votantes del PSOE se declaran decididos a repetir --como sucedió en mayo--, mientras que la fidelidad de los electores del PP ronda el 80%.

El principal viraje que ha registrado el discurso de Zapatero afecta a la lucha antiterrorista. Rota la tregua de ETA, el presidente ha cancelado el diálogo con la banda para acometer, con la colaboración francesa, una vasta operación de acoso al terrorismo y sus cómplices. Zapatero reniega ahora de cualquier negociación, se dispone a ilegalizar las siglas infiltradas por la proscrita Batasuna y abandera el discurso de firmeza frente al terrorismo del que hizo gala Rajoy durante toda la legislatura.

Sus otros flancos débiles los ha cubierto tirando de banquillo, con la vista puesta en la derecha. Para resarcir al electorado españolista, irritado por el Estatuto catalán y la alianza con ERC, permitió que la derecha conservara el poder en Navarra y ha rescatado al exministro José Bono como candidato. El programa electoral, además, lanzará algunas señales sobre la voluntad del PSOE de echar el cierre al proceso autonómico, tras las reformas estatutarias. El vicepresidente Pedro Solbes, por su parte, ha aceptado demorar su jubilación para que el PSOE lo exhiba como adalid del rigor económico, justo cuando las turbulencias mundiales aconsejan sosiego.

Es en el terreno de la economía doméstica en el que las tácticas de socialistas y populares se entrecruzan. Cuando la subida de los tipos hipotecarios y de la inflación empieza a cebarse sobre las clases más desfavorecidas, PSOE y PP libran una guerra a cuenta de las rebajas de impuestos que dará mucho jugo.

Pródigo en ofertas sociales tras cuatro años volcado en ETA y el Estatut, Rajoy se adelantó al prometer la exención del IRPF a quienes cobren menos de 16.000 euros al año, plan aún no detallado ni cuantificado. Un guiño al electorado de izquierdas, al que Zapatero intenta amarrar con las ayudas a la vivienda para jóvenes y la subida de pensiones. Su respuesta fue inmediata: supresión del impuesto de patrimonio --gesto para las clases medias--, haciendo suya una promesa ya adquirida por Rajoy. Ahora el PSOE diseña una rebaja del IRPF que, sin arruinar al Estado, neutralice la oferta del PP.

PENSIONISTAS La puja no se detiene, y el miércoles el líder del PP se comprometió a aumentar en 150 euros al mes la pensión de un millón y medio de viudas y jubilados. Un incremento similar al que ha impulsado Zapatero. Pero el PSOE no se queda atrás, y el sábado, en la conferencia económica a la que asistirá Zapatero, confirmará la promesa de aumentar en 800 euros el salario mínimo interprofesional. Y la subasta electoral no ha hecho más que empezar.