Tras cuatro años de tensión con la jerarquía eclesiástica --aunque compatible con algunos acuerdos financieros--, José Luis Rodríguez Zapatero recibió ayer en la Moncloa al nuevo presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Antonio María Rouco Varela. Fue, según sus respectivos portavoces, un encuentro "cordial", pero ambos abordaron algunas de las disputas que enturbian el diálogo entre el Gobierno y el episcopado. El presidente del Gobierno ofreció a Rouco, pero sobre todo le reclamó, "respeto y lealtad" en la relación Iglesia-Estado.

A menudo la política se construye a partir de pequeños gestos, y el de ayer de Zapatero da fe de las gélidas relaciones que mantiene con el presidente de los obispos. Mientras que a su predecesor, el moderado Ricardo Blázquez, lo recibió en el 2005 bajo el dintel de la Moncloa y sonriendo ante los fotógrafos, ayer esperó a Rouco en su despacho. Y luego, ante las cámaras, exhibió un semblante adusto.

Ni la vicepresidenta Teresa Fernández de la Vega, proclive a ensalzar los éxitos del Gobierno y a relativizar los conflictos, se atrevió a presentar la entrevista como un principio de reconciliación: "Se trata de un encuentro obligado y normal, teniendo en cuenta que es su primera cita tras su respectiva elección. Por lo tanto, hay que enmarcar el primer encuentro dentro de la obligada cortesía institucional".

El propio Zapatero explicó en Palma de Mallorca, tras un breve despacho con el Monarca y antes de cenar con él y la Reina en el palacio de Marivent, que la reunión con el cardenal, "cordial" y "positiva", se había centrado en los preparativos de la visita del Papa en España en el 2011 y en la "política de familia". Término este último que, desde la óptica episcopal, abarca buena parte de las iniciativas adoptadas y anunciadas por el Gobierno socialista.

OFENSIVA LAICISTA Según De la Vega, el presidente, además de ofrecer "el apoyo logístico necesario" para la visita del Pontífice, se comprometió a informar a la jerarquía eclesiástica a medida que el Ejecutivo vaya definiendo los contenidos de la aún en estudio reforma de la ley de libertad religiosa, piedra de toque de la ofensiva laicista de Zapatero.

Rouco, según fuentes gubernamentales, no se quejó por la posible revisión de la regulación del aborto o de la eutanasia. La principal demanda que trasladó a Zapatero fue que el Gobierno acepte "flexibilizar" el carácter obligatorio de la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Es decir, que sea voluntaria. El presidente rechazó de plano esta petición: "La ley es la ley".

Mediante un comunicado, sin embargo, el arzobispo de Madrid agradeció a Zapatero que le diera la oportunidad de conversar en un marco del "mutuo reconocimiento". En la nota, Rouco recuerda que la Iglesia, desde la "independencia", colabora con el Estado al promover su "legítima autoridad" y, también, "al anunciar la fe y la moral católica con libertad evangélica".