La prevención y lucha contra los grafitis no cesa en Renfe. Además del perjuicio económico, las pintadas en vehículos e instalaciones suponen un importante inconveniente desde el punto de vista de la seguridad.

En cifras, Renfe ha destinado hasta septiembre de este año un total de 11 millones de euros a la limpieza de grafitis en sus trenes. La compañía prevé que al cierre de 2018 este coste iguale o supere la cifra de los 15,7 millones que se destinaron el año pasado a la limpieza de estos actos vandálicos, cuantía equivalente a la compra de tres trenes de Cercanías.

También hay que tener en cuenta el daño que producen los grafitis en la imagen de Renfe, ya que un tren o una estación que no ofrece un aspecto limpio transmite sensación de suciedad e inseguridad entre los clientes. Esta circunstancia pone de relieve la importancia de limpiar las instalaciones o el material afectado lo antes posible. En este caso, hay que retirarlo de circulación, con el consecuente trastorno para la programación de trenes y esfuerzo de Renfe para tratar de no alterar el servicio previsto.

Esta puesta a punto de los trenes es muy costosa. La pintura suele afectar a la chapa del tren, que es ácida y de secado rápido. Dependiendo del tamaño del grafiti, un tren puede quedar sin servicio en talleres para su limpieza entre un día, si la acción es menor, y una semana, si es de mayor calado y afecta gravemente a la pintura y la chapa del tren.

El año pasado se produjeron un 60% más de actuaciones en toda España relacionadas con los grafitis. Renfe calcula que el incremento de acciones de este tipo siga creciendo en 2018. Sólo en los primeros nueve meses del año ya se han registrado 2.800 actos vandálicos de este tipo. Estas acciones vandálicas relacionadas con pintadas en los trenes de Renfe casi se han duplicado desde 2008.

10 millones MÁS en seguridad. Además del incremento de estos actos se ha detectado que los grafiteros cada vez emplean más violencia y que en muchos casos se trata de grupos organizados. El riesgo es tanto para los propios viajeros como para el personal de Renfe y vigilantes. Incluso los grafiteros ponen en peligro su integridad física cuando atacan un tren en servicio, al saltar a las vías por las que pueden circular otros trenes.

De hecho, el método de accionar indebidamente el aparato de alarma de los convoys cuando están en servicio, lo que produce la detención de emergencia del tren, es uno de los utilizados por los grafiteros. El frenazo puede producir caídas de los viajeros. Hay casos en los que los grafiteros han actuado con pasamontañas llevando a los viajeros a entrar en pánico al pensar que podría tratarse de otro tipo de ataque.

A los daños contra el patrimonio de la compañía (que incluye gastos de limpieza, pintura, disolventes, traslados a talleres, movilización de personal…) hay que sumar todos los gastos anuales en medios destinados en vigilancia y seguridad, que supondrían otros 10 millones de euros adicionales, con lo que la cifra de coste total se elevaría a 25 millones de euros anuales. Un coste que acaban pagando todos los ciudadanos con sus impuestos.

Como medida en la batalla contra este tipo de actos vandálicos, Renfe colabora con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y denuncia todos los actos ante la autoridad competente en cada caso (Policía Nacional, autonómicas, locales o Guardia Civil), que en algunas ocasiones han derivado en sentencias condenatorias a prisión por este tipo de actos vandálicos. Desde el punto de vista operativo, es imprescindible intensificar la vigilancia para aumentar la presión sobre los grafiteros.

Por todo ello, cobra especial importancia concienciar a la sociedad para luchar y denunciar estas acciones ante un problema que traspasa el ámbito de la empresa y que genera costes, que pagamos todos, además de los riesgos físicos.