«Aquí es fundamental trabajar en equipo, saber darle a cada uno el papel que tiene y vertebrar». Lo dice María Jesús Ramos, médico desde hace unos meses en la base del 112 en Herrera del Duque y antes en el helicóptero medicalizado de la base de Don Benito. Pero también lo destacan los médicos de sala, los coordinadores del centro de recepción de llamadas, los operadores; todos los eslabones de la cadena. Porque la gestión de una emergencia en el menor tiempo posible (en Extremadura se está logrando en menos de 2 minutos) y de forma eficaz requiere de experiencia y pericia. Pero también de un engranaje impecable en una maquinaria que forman directamente más de 500 personas (114 en el centro coordinador, unas 400 en las 18 unidades medicalizadas, además de las plantillas de las policías, la guardia civil y los bomberos), y que lleva 20 años atendiendo emergencias en la región. Nació en 1999, con un modelo pionero en España, al integrar a todos los cuerpos de emergencias en un mismo equipo.

El primer contacto

«112 Extremadura ¿en qué puedo ayudarle?». Con esa frase comienzan la mayoría de las intervenciones del 112. Todas en Mérida, donde está el centro de coordinación, el cerebro del cuerpo de las emergencias. Al otro lado del teléfono ha estado durante 13 años Margarita Pulido como operadora de demanda (ahora en el área de planificación), el primer contacto del ciudadano con el 112 y la encargada de situar el incidente (qué ocurre y dónde) y de activar los recursos (sanitarios, policiales y de extinción, según los casos).

«El alertante (la persona que llama) es nuestros ojos. Necesitamos componernos una foto de lo que pasa con los datos que nos da para que podamos decidir. Y para eso la información tiene que ser precisa, pero no siempre es fácil porque la gente está nerviosa», reconoce. Con esa información se deriva la llamada a los distintos técnicos sectoriales, pero siempre de forma prioritaria al sanitario: por ejemplo, en un accidente de tráfico con atrapados, se deriva al médico en primer lugar. «Pero lo bueno de que todos los servicios de emergencias estemos juntos es que aunque se le pase la llamada al médico, el técnico de los bomberos y de la guardia civil también están recibiendo de forma simultánea la alerta y pueden ir activando sus recursos», explica.

Una RCP por teléfono

Elizabeth Alonso consiguió salvar a un bebé ‘practicándole’ la reanimación cardiopulmonar (RCP) por teléfono. Ella fue quien guió a los padres del lactante indicándoles, cómo realizar la maniobra y cuándo insuflar, mientras el médico de la unidad de emergencia que habían movilizado conseguía llegar al destino. «Aquí he descubierto otra forma de practicar la medicina. Es muy diferente porque no ves al paciente. Pero cuando consigues algo es si cabe más gratificante. Como si hubieras estado allí», dice.

Ella es el médico al otro lado del teléfono (gestiona una media de 75 incidentes en cada uno de sus turnos de 24 horas), el médico ‘virtual’ hasta que llega el de carne y hueso con la ambulancia o el helicóptero, según el caso. Pero también es el primer filtro sanitario que determina si es necesario movilizar recursos o no, y cuál, a partir de la información que recibe. «Algunas llamadas son muy complicadas de gestionar, si se trata de una situación de gravedad o si hay niños implicados», reconoce. Y para resolverlas no hay fórmulas mágicas: «solo estar sereno e intentar serenar a la persona con la que hablamos, para decidir los recursos más adecuados para atender esa emergencia pero no desatender otras que puedan surgir». Todo es una cadena y en ella, Alonso decide si se envían recursos y cuáles (aunque es el operador el que luego realiza la gestión) o si puede resolverlo ella por teléfono. «He descubierto una tarea muy gratificante», reconoce sobre el trabajo que desempeña dese hace siete años.

«Hoy lo vemos como algo natural, pero hace 20 años Extremadura apostó por un modelo que era único en España», dice Javier Hurtado, técnico de la policía local en el centro de coordinación del 112 en Mérida desde que se creó, en 1999. Hasta ese momento ejercía como policía local en Cáceres pero aceptó la oferta de integrarse en un proyecto nuevo, que le pareció ilusionante y que, reconoce, «me ha dado muchas recompensas». «No dejas de ser policía. Cuesta no estar solucionando físicamente el problema. Pero eres el primero que estás de algún modo ahí. Y en algunas situaciones, con personas más vulnerables, necesitas abstraerte, porque de esa forma ayudas mejor», asevera.

Julio Holgado también cambió la calle por el teléfono, el parque e bomberos de Cáceres por el centro de coordinación de Mérida, hace 17 años. Es bombero, aunque no salta al camión con cada emergencia (lo más habitual son los incendios de pastos en verano y los de viviendas en invierno), sino que coordina quién irá y, mientras llega, trata de calmar ánimos. «Intentas tranquilizar a la gente, darles pequeñas pautas para atender su problema».

Como él, Nicasio González también ‘apaga’ incendios desde el teléfono como miembro del Infoex en el 112. «Pregunto por el color del humo o cómo es la columna». Porque para un experto (él estuvo durante años en el retén de Las Mestas) esa información le da idea del tipo de incendio. «La localización es fundamental para nosotros. Todas las llamadas son importantes. Pero no es lo mismo una llamada por un incendio en La Vera, que en una zona agrícola», reconoce. ¿Un momento en el 112?. «El verano, sin duda», dice. Y de todos los que ha pasado en el centro de coordinación, recuerda el del incendio de Gata (2012): «Recibías llamadas e intentabas tranquilizar, explicarles que se estaba trabajando, aunque en ese momento ellos no vieran a nadie en ese punto», recuerda.

La cara del 112

«Después de 20 años, aún hay llamadas que te sorprenden, que nunca has abordado, que te plantean retos», reconoce Soledad Ponce, jefa de sala del 112, la responsable de coordinar que todo el engranaje marche, de decidir ante situaciones excepcionales y también de «cuidar a los compañeros que están en la calle (afirma). Admiramos lo que hacen e intentamos que siempre sientan que tienen el apoyo de la sala», apunta esta filóloga que un día, hace 20 años, se enganchó a la gestión de emergencias.

Una de las últimas en integrarse en el equipo humano del 112 es María Jesús Ramos (37 años). Lleva dos años y aún está viviendo muchas «primeras veces». «Entré por pura vocación», reconoce. Tanto, que dos días después de terminar su residencia como Médico de Familia llegó su primer contrato y su primer destino en una unidad medicalizada del 112. Ahora está en la de Herrera del Duque y antes pasó por la base de Don Benito, donde está uno de los dos helicópteros que tiene el servicio en la región.

«El trabajo no es fácil, hay que entregarse, pero es muy gratificante. No concibo otra forma de practicar la medicina», dice. Y eso supone, en su caso, que ella y su equipo (un técnico de emergencias y una enfermera) son un hospital sobre ruedas donde les reclaman: «es esencial la rapidez y la comunicación con tu equipo y con el centro coordinador. Tener muy claro qué hay que hacer y dónde estamos (a media hora del hospital comarcal más próximo y más de una hora de una UCI de referencia). Porque estás tú y lo que llevas es el hospital a la puerta de la casa de los pacientes, en las mejores condiciones posible. Y tu objetivo es que el paciente de Fuenlabrada de los Montes tenga las mismas oportunidades y una asistencia con las mismas garantías que un paciente que tiene la misma patología en Cáceres o en Madrid».