Lo intuían, pero no por ser esperado fue menos doloroso. El 27 de agosto era una fecha marcada en el calendario para los 39 trabajadores de las dos tiendas de la cadena de electrodomésticos y electrónica Urende en Plasencia y Badajoz. Pasan de estar 'on' a estar 'off'. 39 empleados con sus 39 familias que a partir del día uno de septiembre, formarán parte de las listas del paro en Extremadura. La crónica de un cierre anunciado cuyo trámite formalizó anoche. Todos acudieron a trabajar, como cada día, siete horas, las últimas, que en esta ocasión se hicieron más eternas que nunca. Se van a la calle sin cobrar los dos últimos meses y de momento, sin indemnización, ya que aseguran que no podrán cobrarla hasta que la empresa entre en concurso de acreedores.

"No nos pilla por sorpresa, porque ya sabíamos desde hace mucho tiempo que la cosa iba cada vez peor", señala Eva María Hernández, trabajadora de la tienda de Badajoz. Tiene 36 años, lleva 12 trabajando en Urende y está embarazada de siete meses. Afronta el "contratiempo" con resignación porque lo veía venir. "No nos llegaba mercancía, no renovaban los catálogos...", comenta esta pacense. Ayer el establecimiento de Badajoz estaba prácticamente vacío y apenas había productos a los que dar salida. "Da pena ver las estanterías vacías, te trae viejos recuerdos, de mejores etapas", dice resignada.

Luis Rosa, compañero de Eva María en la tienda de Badajoz, avala sus palabras. El también intuía que el negocio no iba a prosperar. "El futuro es el Expediente de Regulación de Empleo (ERE) temporal y luego el definitivo", dice. "Y lo peor es que no cobraremos nada", asevera, ya que la indemnización a la que tienen derecho quedará paralizada hasta que la empresa entre en concurso de acreedores.

Los compañeros de Plasencia no están mejor. Daniel Martín, otro veterano de la empresa, fue el encargado de echar el cierre por última vez en la tienda cacereña. "Cosas de la crisis", se consuela. Daniel comenzó a trabajar para Urende hace ya 10 años en Badajoz y cuando la empresa abrió en Plasencia, hace cuatro años, pidió un traslado. Dice que hace ya meses que se dió cuenta de que el negocio "cada vez iba peor". Sin embargo, nunca creyó llegar al extremo del cierre. "Pensé que aguantaríamos hasta que pudiéramos salir de esta mala situación económica", dice mientras observa los estantes prácticamente vacíos.

"Desde Navidad se ha ido notando cómo cada vez llegaba menos mercancía", asegura. No sabe lo que pasará a partir de ahora y apunta que solo le queda esperar a que le paguen los dos meses pendientes.

En la misma situación que Eva, Luis y Daniel se encuentra Lola García, compañera de este último. Entró a trabajar en Urende en diciembre del 2007 junto a 50 empleados más. Pero lleva tiempo con la sospecha de que esto podía pasar. "No me ha sorprendido tal y como está el país, además aquí se estaba notando cómo ha ido viniendo menos mercancía al almacén, y los estantes de la tienda cada vez más vacíos, es una pena", señala. Cuenta cómo la nómina del mes de junio la ha cobrado de varias veces y que al igual que sus compañeros, le deben el sueldo de julio y agosto. El pesimismo de Lola mientras relata su historia contrasta con el ambiente de la tienda, que al contrario de lo que ocurre en Badajoz, no deja de entrar y salir gente. Los vecinos sabían que ayer se cerraba y que había buenas ofertas de liquidación.