Impresionante, por el esfuerzo que es necesario realizar. Así es como catalogaron varias personas el desfile penitencial de Los Empalaos, que tuvo lugar en Valverde de la Vera. Alrededor de cuarenta hombres cumplieron con la manda hecha en su momento por algún motivo personal, que solamente ellos conocen, ya que son muy pocos los que desvelan a las personas más allegadas las causas de su empalamiento.

A las doce en punto de la noche aparecieron en las calles valverdanas los primeros penitentes, descalzos, vestidos con unas enaguas de mujer, una soga liada al torso y un madero sobre los hombros, con dos belortas colgando, una en cada extremo del palo, originando un singular ruido, que se reproduce cada Jueves Santo por la noche desde tiempo inmemorial.

Numerosos curiosos se agolpaban en los lugares estratégicos para ver pasar al penitente, mientras los flashes de multitud de cámaras fotográficas desprendían los relámpagos de luz fugaz que permite a sus portadores captar las imágenes que inmortalizarán la figura de cada uno de los penitentes.

Entre tanto, los vehículos que había estacionados en los arcenes de la carretera ocupaban prácticamente desde el puente de la garganta Naval hasta el cementerio, además de todos los aparcamientos disponibles y habilitados para la ocasión.

LA LUNA LLENA La primera luna llena de la primavera recién estrenada que había ocupado su trono 16 horas antes apenas encontró obstáculos en forma de nubes para asomarse por los tejados de las típicas casas valverdanas y pintar de plata la importante muestra de arquitectura tradicional que encierra el casco antiguo de la citada localidad. Solamente el frío se dejó notar a última hora de la noche.

El desfile de penitentes, en el que también participaron varias mujeres vestidas de nazareno, se prolongó hasta bien entrada la madrugada, por lo que hasta poco antes de llegar las primeras luces del día las calles no se fueron quedando vacías, mientras en el aire aún se palpaba el esfuerzo de Los Empalaos.