Con la lección aprendida de la anterior crisis que sufrió, la del 2008, esta vez el sector del ibérico ha puesto desde el primer momento los «cortafuegos» necesarios para reducir los estragos del parón económico que ha ocasionado el coronavirus. Los ganaderos se han desprendido de animales, aunque sea a bajo precio, para minimizar pérdidas y las industrias han realizado acopio de producción, a la espera de poderle dar salida cuando mejore la coyuntura. Esa reacción rápida, junto a otros factores como el de contar con mayor disponibilidad de financiación que hace una década, ha permitido evitar la quiebra de explotaciones, incide Antonio Prieto, presidente de la Asociación Interprofesional del Cerdo Ibérico (ASICI). En toda España son más de 16.902, 6.609 de ellas en Extremadura, una región en la que desarrollan su actividad 159 industrias transformadoras.

—¿Se puede hacer ya un balance de cuál han sido realmente los efectos que ha tenido la crisis del covid en el sector del ibérico?

—Hacerlo en números es muy complicado, porque cada explotación y cada industria tiene los suyos, pero hay algunos aspectos que son claros. Uno de ellos es la bajada de los precios que se ha dado desde marzo y hasta parte del mes de junio, y que ha llegado a ser de más del 40% de las cotizaciones que se tenían en lonja. Otro ha sido que la paralización de las ventas de la industria por el cierre de la hostelería llevó a que la mayoría bajase precios también al consumidor. Aquí es importante destacar el auge de la venta ‘on line’, que era hasta ahora prácticamente testimonial, tanto en fresco como en curado, y que en este periodo se ha activado muchísimo, sobre todo para el loncheado y la carne fresca, coincidiendo con el cambio de hábitos de consumo.

—Con esta caída de las ventas, ¿qué explicación tiene que haya habido un aumento de los sacrificios durante los meses de confinamiento?

—Tiene dos. Una, que el animal cuando llega su tiempo hay que sacrificarlo. Si alcanza los diez meses, por ejemplo, y es de cebo, lo tienes que matar. Y eso sucede con confinamiento o sin él. Lo que sí ha ocurrido es que estos meses se ha acelerado la compra mucho más porque la industria ha tenido financiación barata, a través del ICO o de otras medidas. Eso, unido a que el precio era bajo en origen, ha llevado a que la industria hiciese acopio.

—¿Ha habido cierre de explotaciones?

—En principio, que nosotros conozcamos, no se ha cerrado ninguna. El ganadero, que ha sido el primero en notar la crisis, se ha dado cuenta de que había un problema y para afrontarlo lo que ha hecho es vender, aunque fuese más barato. Eso le ha permitido no cerrar la explotación, aunque haya perdido en cada guarro que ha vendido entre 80 y 120 euros dependiendo de la categoría que fuera. En las explotaciones se ha perdido muchísimo dinero, porque han vendido a menor precio, pero han aguantado. Y en cuanto a la industria, han dejado de ganarlo porque no ha habido ventas, pero sí tienen un colchón, unas reservas para el futuro, a las que podrán dar salida en función de cómo evolucionen la pandemia y los mercados.

—¿En qué se diferencia para el ibérico esta crisis de la que sufrió hace una década?

—La diferencia fundamental es que el ganadero y el industrial han sabido interpretar la crisis. Han actuado rápido y puesto cortafuegos. Han visto que había que tomar decisiones ya mismo, al otro día del confinamiento. El ganadero, por ejemplo, quitó lechones en vez de llevarlos a cebar para sacrificarlos en ocho o diez meses. Se han vendido barato, pero se han vendido, por lo que han dejado de tener un gasto con ellos y han reducido las pérdidas. Muchísimos se han vendido a Portugal y otros se han congelado para que cuando sea el momento oportuno salgan a la restauración, al consumo o las tiendas. Esto no se hizo en la crisis del 2008, cuando las decisiones se empezaron a tomar tres o cuatro años después, lo que llevo al cierre de explotaciones. También es verdad que aquella fue una crisis financiera, por lo que no había préstamos para que la gente pudiese seguir. Y aquí ha sido al revés, ya que ha habido liquidez desde el primer momento. Otra diferencia importante más es que hace una década había mucha especulación en el sector, gente que era de fuera con dinero que venía de la construcción o del sector servicios, Había una burbuja clara. Ahora, sean ganaderos más chicos o más grandes, la gente que hay es muy profesional, y las decisiones que toman también lo son.

—¿Se ha recuperado ya el precio de la arroba?

—Antes del confinamiento la referencia era de en torno a 20-22 euros, el cebo de campo, y ahora mismo en lonja está rondando los 16-17. Hay todavía un desfase, aunque por lo menos ya existe un incentivo, se ha visto un poco la luz. Si esto no se paraliza otra vez, poco a poco los precios repuntarán. Otra cosa es que nos vuelvan a confinar en el otoño, entonces sí que peligrarían explotaciones e incluso alguna industria.

—Aproximadamente un 50% de la producción del ibérico va al canal Horeca. ¿Están desarrollando alguna campaña para apoyar el consumo en estos establecimientos?

—Sí, hemos puesto en marcha una campaña muy potente para incentivar el consumo en tres ámbitos. Uno de ellos es la iniciativa ‘restaurante ibérico’, un restaurante virtual que estará en redes sociales, con chefs de primer nivel que harán recetas con carne fresca de ibérico. También vamos a hacer una promoción muy importante en unas mil carnicerías y charcuterías de España. Lo que haremos es dar unos rasca y gana que te dan dos posibilidades. Por un lado, ganar en ese mismo momento un sobre de jamón. Por otro, el número de esa papeleta entra en un sorteo el 22 de diciembre de cien jamones. Además, vamos a mandar a 2.400 restaurantes otras tantas paletas de ibérico que luego darán a sus clientes como ellos quieran. Eso supondrá que el sector productor e industrial va a regalar a la restauración en torno a un millón de tapas de ibérico.

— Extremadura es una potencia en la producción de ibérico pero sigue teniendo un importante déficit en materia de sacrificios, ¿qué cree que va a suponer para el sector en la región el macromatadero de Zafra?

—Además del valor añadido que se quede en la región, también le dará mucha tranquilidad. El estrés mismo del animal no tiene nada que ver de llevarlo de Salvaleón a Zafra que hacerlo hasta Guijuelo, por ejemplo. Y luego, facilitara que a las empresas que hay aquí se les abran las puertas a la exportación, a países como China, a través de ese matadero. Reforzará un sector que es muy importante para Extremadura, que ahora está aproximadamente en el 40% del ibérico a nivel nacional en producción, pero que nos quedamos en torno al 20% en sacrificios.

—Esta semana el consejo de ministros aprobó unas ayudas de diez millones de euros para el ibérico, ¿en qué medida ayudarán a paliar la situación del sector?

—La cuantía de las ayudas que den nunca va a poder llegar a las pérdidas que ha tenido el sector. En cualquier caso, la medida llega un poco tarde, porque esto es algo que se empezó a demandar en marzo. De ponerse en marcha entonces posiblemente hubiese tenido unas consecuencias mucho más favorables que ahora. No obstante, como medida para solucionar parte de la crisis, estos diez millones siempre estarán bien, aunque sean pocos.