Materializar la demolición del complejo turístico Isla de Valdecañas, para su vuelta al "estado inicial" --tal y como establece la sentencia del Tribunal Supremo de 2015-- es una "aberración académica". Es la conclusión de un equipo investigador del departamento de Ordenación del Territorio de la Universidad de Extremadura que ha realizado un estudio sobre el impacto socioeconómico del PIR por el que se construyó el complejo turístico. En este análisis, que firman Julián Mora Aliseda y David Iñigo Hernández, afirman que la Isla de Valdecañas "ha mejorado" la situación de su entorno, gracias a un proyecto de regeneración ambiental por el que se arrancaron más de 1.000 eucaliptos que poblaban la zona y se plantaron 4.500 nuevos árboles, principalmente de especies autóctonas (encinas y alcornoques) junto a pinar y matorral.

El estudio analiza el impacto (social y económico) que la ejecución del proyecto ha tenido en las dos localidades colindantes, El Gordo y El Berrocalejo, pero también evalúa si ha existido un peaje medioambiental. Para los investigadores, el complejo turístico ha supuesto "un revulsivo" para la zona en un terreno sobre el que ellos aseguran que no tenía ningún valor medioambiental.

Una isla artificial

"La isla de Valdecañas se convirtió en isla porque era un cerro hasta donde no llegó la cota de inundación del embalse, que es un espacio antropizado y artificial", recuerda Julián Mora, director del estudio y experto en Ordenación del Territorio. Recuerda además que antes de que el pantano se creara (en los años 60) ese cerro era un terreno que se dedicaba a la agricultura de secano con alternancia de barbecho debido a "la poca producción de sus suelos de rañas".

Junto el análisis da datos --el crecimiento demográfico fue del 40% entre 2007 y 2011, el empleo creció un 4% cuando la tasa de desempleo estaba en la región por encima del 25%-- los investigadores reparan en la foto aérea de la zona tomada por lo que se conoce como 'el vuelo americano' de 1956 y 1957 (tomó imágenes aéreas de toda la península) y la superponen con la superficie que ocupa el embalse, para mostrar que la zona sobre la que se levanta el complejo turístico era una antigua zona de cultivo que, tras la creación del embalse y su abandono al resultar inaccesible, se repobló con eucaliptos (una planta catalogada como invasora) "para la futura fábrica de celulosa de Navalmoral de la Mata, que no se llegó a construir", recuerda el profesor. En base a eso, los investigadores consideran que las 135 hectáreas de esta isla que en el año 2005 se convirtieron junto a otras 6.500 hectáreas de terreno en zona protegida bajo el paraguas de ZEPA, no tenían en realidad ningún valor natural. "La declaración fue arbitraria, sin rigor científico ni académico porque la zona no cumple los tres requisitos que establece la directiva europea por la que se rigen las zonas ZEPA: singularidad, rareza o excepcionalidad", afirma. De hecho, afirma que las poblaciones de aves asentadas en torno al embalse "no han descendido durante la obra".

Mora reconoce que "la decisión judicial recoge el marco legal", aunque critica que este "es un dislate" y el desenlace judicial es la consecuencia de una sucesión "de fallos técnicos en cadena" por las contradicciones entre el planeamiento urbanístico (PIR y PGM) y la propia decisión de la Junta de Extremadura en 2005 de Delimitar a la Zona como ZEPA. Fue un "error", lamenta, porque a su juicio, "falsos criterios ambientales" han acabado por prevalecer "sobre los criterios urbanísticos", desembocando en una situación de la que se desconoce aún el desenlace. En todo caso, la denuncia que Adenex y Ecologistas en Acción al proyecto ya tiene el respaldo del Supremo.