Confiesa que cada vez que firma una «sentencia», como la denomina, tiene remordimientos de conciencia. «Estoy absolutamente convencido de que se debe hacer, pero no puedo evitarlo». Quien se expresa es Ángel Rodríguez, director del parque nacional de Monfragüe, un espacio protegido de más de 18.000 hectáreas (unas 50.000 con las áreas de alrededor) que se conoce mejor que la palma de su mano. Y esa punzada que siente es por culpa de lo que se llama oficialmente control poblacional, o lo que es lo mismo, la necesidad de eliminar venados y jabalíes porque hay demasiados y desequilibran el ecosistema. «Ya no hay depredadores (como lobos o linces), así que la actuación es necesaria y obligatoria», asegura. Estos días está viviendo la polémica surgida tras la denuncia de los ecologistas porque, tras dos años de prohibición, se vuelve a permitir en Monfragüe la batida de ciervos macho, los que lucen cornamenta, el trofeo más atractivo y rentable para los cazadores. Lo que significa que se abre la puerta a la celebración de monterías en el parque nacional extremeño.

Por primera vez, según explican desde la Consejería de Medio Ambiente y Rural, Políticas Agrarias y Territorio de la Junta, se ha encargado un estudio «científico e independiente» a una asesoría externa (Ingulados) para saber qué población sobra. Antes se hacía según el criterio del director del parque, pero ahora esta empresa cacereña ha elaborado un plan de acción selectiva que concluye que se pueden matar 114 ciervos macho y 777 hembras (existen alrededor de un millar de los primeros y unas 6.000 de las segundas en toda la zona). Para los jabalíes no hay límite (viven entre 2.000 y 4.000 en el entorno de Monfragüe). «Hace dos años que no se permitía la caza de machos porque estábamos esperando este informe científico. Pero en 2014 sí hubo, fueron 192, en 2013, 189; y en 2012, 232», argumenta Pedro Muñoz, director general de Medio Ambiente.

LA TUBERCULOSIS / Y razona: «La sobrepoblación afecta a otras especies como el conejo o la perdiz y además está arrasando la valiosa vegetación que existe en todo el parque». De hecho, el 62% ya presenta deterioro alto o muy alto.

Ángel Rodríguez agrega: «Hay una cuestión que estamos olvidando todos: el gran problema es el jabalí, porque el 25% es portador de la tuberculosis, y representa un grave peligro».

¿Por qué surge entonces la polémica? Porque los ecologistas consideran que la Junta ha cedido a la presión de empresas cinegéticas y muchos propietarios de fincas privadas (hay una veintena en Monfragüe, lo que significa el 46% de la zona) para que se vuelva a permitir la batida de machos adultos. El propio director del parque reconoce que «hay llamadas», pero que se ha seguido un criterio 100% científico.

Y explica cuál es el modus operandi: «Lo primero que tiene que quedar claro es que el control de población se hace solo en un 20% de la superficie. Son trocitos en las fincas y siempre pegados a la periferia». «La Administración -continúa- no tiene medios para eliminar lo que sobra, de manera que en las fincas públicas se pide la colaboración de las sociedades locales de caza. Y la carne que se saca se dona al banco de alimentos. El problema está en las fincas privadas. Dentro del parque la ley prohíbe la caza deportiva y comercial, pero sí permite el control poblacional y que se vendan los puestos (donde se colocan los cazadores) y la carne».

O lo que es lo mismo, la celebración de monterías, según los ecologistas: «Pero no tiene nada que ver. Porque en una montería se autorizan en cada finca entre 80 y 100 machos, aquí solo 5 ó 7. Y el precio del puesto (hay entre 40 y 60 cazadores por cada terreno) no sobrepasa los 200 euros; fuera del parque ronda los 500».

Aunque admite Ángel Rodríguez que la estética, sobre todo por las rehalas (los perros que acorralan a ciervos y jabalíes para que se les dispare), es muy similar. «Las acciones dentro del parque no deberían ser comerciales», reflexiona.

Pero también quiere dejar claro que discrepa de que introducir machos (cuya cornamenta atrae a los más ambiciosos por llevarse un valioso trofeo a casa) sea más rentable. «Primero porque hay propietarios que están diciendo que no lo van a hacer porque no les compensa. Y segundo porque la carne de ciervo está carísima, por lo que con la cantidad de hembras que se permiten, también sería beneficioso». Agrega igualmente que esta actividad es una fuente de empleo en los pueblos de la zona.

«UN ESTUDIO DEFICIENTE» / La asociación Ecologistas de Extremadura ha sido de las más críticas con esta realidad. Aseguran que el informe encargado por la Junta es «muy deficiente, no detalla la metodología empleada y no incluye estudios verificables sobre densidades de ciervos ni ningún elemento que justifique la caza de machos adultos».

«Estos planes de acción -prosiguen desde esta entidad- fueron muy polémicos en el pasado, ya que sirvieron como excusa para monterías comerciales orientadas no al control del excesivo número de hembras (y la consiguiente capacidad reproductora de la población) sino al cobro de machos adultos de trofeo, incluso organizando acciones que afectaron a zonas de uso público en jornadas festivas, con peligro para los visitantes del parque nacional y generando protestas que tuvieron gran repercusión mediática».

Será el próximo fin de semana cuando empiece la actividad cinegética en Monfragüe y durará hasta el 31 de diciembre.

Ángel Rodríguez observa a los ciervos que campan por el parque nacional y que están acostumbrados a los visitantes: «Están más delgados que otros años por la sequía, porque hay menos comida», dice. Y piensa en voz alta: «Estos lo mismo la semana que viene no están aquí».

En el camino de vuelta al centro de interpretación de Villareal de San Carlos, esta amante de la naturaleza expresa de nuevo: «Soy ecologista, nunca he cazado ni voy a monterías porque no me gustan, pero si ya no hay depredadores, algo hay que hacer». Y agrega: «Aunque me siento mal, estoy convencido de que no queda más remedio».