La población de la tercera edad crece cada vez más, es más heterogénea y a menudo cuenta con más de una patología. Por este motivo, es necesario que la figura del fisioterapeuta esté cada vez más presente en ambulatorios, residencias e incluso que se desplacen al domicilio de la persona si hace falta, con tal de hacer una valoración personalizada y diseñar ejercicios adecuados para mejorar la movilidad y la autonomía de la persona.

La actividad física en la tercera edad es fundamental para mantener una buena calidad de vida. Seguir una pauta de ejercicio físico adecuada provoca un buen funcionamiento del aparato locomotor, mejora el sistema cardiorrespiratorio, mantiene la coordinación entre el cuerpo y la mente, previene posibles caídas y alienta el proceso de la evolución del envejecimiento, al mismo tiempo que eleva la autoestima y mantiene los lazos sociales al trabajar en grupo.

La fisioterapia es una disciplina terapéutica no invasiva que utiliza medios físicos, químicos y manuales para conseguir sus objetivos. Algunos de ellos son: identificar problemas y definir el tratamiento preventivo, de mantenimiento y terapéutico; revisar periódicamente el estado funcional de los pacientes para hacer la evaluación de los objetivos y de los tratamientos aplicados; valorar y proponer la necesidad de ayudas técnicas, como sillas de ruedas o caminadores; elaborar pautas de adaptación, tanto a nivel individual como comunitario, con la colaboración de otros profesionales; colaborar con estos profesionales para dar el máximo confort a la persona en los procesos terminales por medio de la fisioterapia; disminuir el exceso de farmacología, tan presente en la geriatría; colaborar y asesorar a los familiares y cuidadores, los cuales juegan un papel muy importante en el bienestar de las personas de la tercera edad.