Eso. Y a los cazadores de menor que nos den por saco. Todo se arreglará si prohibimos a los cazadores salir al campo. Liebres, conejos y perdices se pondrán a criar y en un año se llenarán los campos yermos de vida silvestre. ¡Y un cuerno! ¡O dos cuernos!

Un cazador de menor, que cace sábados y domingos, tiene unos treinta días al año para salir al campo. La inmensa mayoría caza sólo un día de la semana, es decir, alrededor de quince jornadas de caza al año. Quítenle las cuatro últimas y le habrán quedado once.

Pero el cazador de menor ha pagado licencia, seguro, las tasas de su sociedad local o las del coto deportivo que comparte con su cuadrilla, que en algunos casos es una cantidad enorme.

¿Y ahora qué? ¿Le van a devolver el porcentaje correspondiente?... ¿A que no?

La inmensa mayoría de los cazadores de menor tienen ya cupos de capturas y por lo general la cordura, la contención y el equilibrio se ha aposentado en las directivas de las sociedades locales; es decir, que los abusos y las barbaridades pasaron al pasado y se caza con acuerdo a lo que hay. Pero los rectores de la cosa no ven más solución que prohibir al cazador que salga al campo.

A los miles de predadores de todo tipo que se enseñorean de los cazaderos, a esos, no; esos seguirán campando por sus respetos. A los cientos de miles de ovejas, cabras y vacas que pastan a su aire por el campo, para ellas no hay restricción alguna. ¿Y para los jabalíes? Tampoco. El culpable de un año lamentable es el cazador de menor... tiene bemoles la cosa. Por desgracia, ¡por maldita desgracia!, la inmensa mayoría de cazadores de menor cazamos la caza que hemos llevado al cazadero el día anterior y que nos ha costado los cuartos. Pues tampoco. En casa estarás mejor, o en el bar del pueblo o paseando por Cánovas.

Hace años, y muchos, que las autoridades de la cosa saben de la decadencia del conejo en esta región ¿y qué, han hecho algo? Nada; y saben que si hubiera conejos, como en La Rioja, Toledo o Sevilla, por decir algo, habría perdices y liebres. Pero la culpa, del cazador que "no somos gentecilla de poco más o menos, de sarasqueta repetidora y leguis charolados, sino que con bota, mochila y perro componemos todo un cuadro" como decía el maestro Delibes .

¡A prohibirnos! ¡Venga! ¡Leña al mono!