El binomio agricultura-industria constituye uno de los grandes motores de la economía extremeña. Solo en empleo, estas actividades generan 70.000 puestos de trabajo directos, mientras que sus ventas alcanzan los 3.800 millones de euros anuales, el equivalente a una quinta parte del producto interior bruto (PIB) de la comunidad autónoma. Esto supone que uno de cada cinco euros que se generan en Extremadura salen directamente del campo, de la transformación de sus productos y de su comercialización. Sin embargo el funcionamiento de toda esta maquinaria se está resintiendo como consecuencia de la coyuntura económica y de la crisis interna que arrastran la agricultura y la ganadería.

El presidente de la Junta, José Antonio Monago, ha defendido durante los meses que lleva al frente de la región el papel primordial de la agroindustria y la agroalimentación en Extremadura. De hecho, uno de sus primeros compromisos de Gobierno fue la creación de una futura ley de calidad agroalimentaria. Además, ha defendido proyectos como el corredor ferroviario de mercancías (Eje 16) que considera vitales para relanzar la comercialización de los productos extremeños en el centro de Europa y a través de los puertos de Sines (Portugal) y del mar Mediterráneo.

Precisamente medidas y apoyos es lo que agricultores y ganaderos vienen reivindicando a las Administraciones estos últimos años ante los problemas que sufre el sector y las actividades asociadas a él. Muestra de esas dificultades es el descenso registrado en el valor de la producción agraria. El dato es indicativo: si en el 2008 las ventas agrícolas y ganaderas sumaron más 2.338 millones de euros, en el 2010 apenas alcanzaron los 2.170 millones. De hecho, solo la ganadería ha dejado de ingresar 90 millones de euros anuales en las dos últimas campañas, de acuerdo con los datos publicados por Mercasa, la empresa pública estatal dedicada a la distribución alimentaria (con su red de grandes superficies: Mercamadrid, Mercabadajoz, Mercabarna...).

BAJOS PRECIOS, ALTOS COSTES Desde el sector coinciden en que la inestabilidad de los precios pagados al agricultor y el continuo encarecimiento de los costes de producción (por la subida de las materias primas: gasóleo, piensos, electricidad, agua) mantienen las explotaciones al límite de la rentabilidad y todo eso se refleja en su balance de resultados. "Agricultores y ganaderos pierden poder adquisitivo año tras año porque el campo soporta crisis tras crisis", explicó Lorenzo Ramos, secretario nacional de la organización agraria UPA, hace unos meses cuando la organización hizo balance del 2010.

El estudio de Mercasa pone de manifiesto que el año pasado fue un buen ejercicio en cuanto a precios para sectores como la fruta. Por contra, bajaron o siguieron siendo bajos para cultivos como el arroz, el tabaco, el aceite, la aceituna de mesa o el vino. Aunque "la peor situación la vivió el sector ganadero", apuntan en Mercasa. En este sentido, exceptuando subsectores como las aves y el porcino de capa blanca, el balance fue negativo, con caídas generales de precios en el mercado para el porcino ibérico, el ovino y el caprino.

Todo esto se está reflejando en el sector, donde se aprecia una reducción del número de explotaciones en activo. En el ámbito ganadero, por ejemplo, y solo teniendo en cuenta las producciones de vacuno, ovino, caprino y porcino, han desaparecido casi una cuarta parte de las 47.168 explotaciones que había en la región en el 2005, según datos de la Junta.

El balance tampoco es positivo en la industria ligada a la agricultura y la alimentación. Este sector realizó ventas por valor de 1.683 millones de euros en 2010, frente a los 2.058 millones del 2009 y los 1.900 del 2008. La mayor facturación sigue procediendo de las conservas de hortaliza y fruta (con 410 millones), seguido de las industrias cárnicas (con 358 millones, 100 menos que el año anterior).

DETERIORO EMPRESARIAL La transformación agroalimentaria extremeña también está perdiendo tejido empresarial. Al cierre del 2010 había 1.447 empresas en el sector, 80 menos que dos años antes. Y todo eso se está traduciendo, además, en el empleo, con 800 trabajadores menos ocupados durante la última campaña.

Por si fuera poco, tampoco la distribución y la comercialización se libra de la crisis del sector ni de la mala coyuntura económica. En los dos últimos años han desaparecido casi 2.000 establecimientos o licencias comerciales de alimentación, un deterioro que se ha notado más entre el pequeño comercio.