El reloj marca las 11.00 am. Se acaba el desayuno de media mañana. A pesar del intenso sol que baña la orilla del río Tajo a su paso por el término de Romangordo, los chicos y chicas dejan la sombra de un árbol y se colocan felizmente sus sombreros y sus cremas protectoras para volver al trabajo.

«¡A picar como locos!», dice Alberto Llamas, un joven restaurador vallisoletano que ya pasa su cuarto año revelando el patrimonio escondido de Madinat Albalat. Él y otros 24 jóvenes voluntarios forman el equipo que dirige la arqueóloga francesa Sophie Gilotte, quien vive a caballo entre su país natal y España.

Gilotte conoció de la existencia del yacimiento «pateando la zona y hablando con la gente». Así descubrió la arqueóloga este asentamiento árabe. Madinat significa ‘ciudad’ y Albalat se puede traducir como ‘la calzada’. Por eso Madinat Albalat era una ‘ciudad de paso’ o ‘vía de comunicación’.

El asentamiento, en el que al menos vivían unas 500 personas, estaba situado estratégicamente en un vado del río. El equipo arqueológico ha encontrado evidencias de que la ciudad fue abandonada en el S. XII, tras un asedio cristiano del que aún quedan restos, como marcas de flechas y derrumbes. Lo que sigue siendo un misterio es desde cuándo existió el asentamiento: «Por el momento podemos afirmar que en el S. X, en la época del Califato de Córdoba, ya existía esta localización», cuenta Gilotte.

Los secretos de este asentamiento se están apenas divisando en esta campaña, la décima desde 2009. Desde entonces, los diferentes equipos de voluntarios que vienen trabajando cada verano entre agosto y septiembre bajo el mando de Gilotte han encontrado todo tipo de piezas de la vida diaria: jarritos de vidrio, platos de cerámica, elementos textiles, para la pesca o herramientas de una fragua: «Hay unos 80.000 fragmentos de cerámica. Todo lo que recogemos lo catalogamos y se guarda en el Museo Provincial de Cáceres», cuenta Gilotte.

La mayor parte de los restos se concentran dentro de las murallas, un terreno que abarca aproximadamente dos hectáreas y donde ya se han localizado casas, fraguas, un horno de alimentación o un taller de artesanías. Pero también fuera de la fortaleza se han identificado restos, como los de un ‘hammam’, una infraestructura de baños árabes. Otros restos, como señala Gilotte, están ahora cubiertos por las aguas del Tajo.

«Todo lo que observamos hasta el momento indica que aquí había un entramado urbanístico muy bien organizado», dice la arqueóloga. Lo que aún no ha surgido debajo de la tierra es lo que podría llegar a ser la joya de la corona del yacimiento, la mezquita: «Vamos poco a poco y a veces es cuestión de suerte. Quizás justo en esta parte donde no hemos empezado a excavar es donde está», dice.

Mientras tanto, el equipo, dividido entre arqueólogos y restauradores, va sacando a la luz los restos y restaurándolos, a través de hiladas y fuertes para asegurar lo desenterrado. Gilotte no tiene dudas del potencial que Madinat Albalat tiene: «Es un patrimonio con mucha riqueza y que es interesante conocerlo. Por ello con la alcaldesa tuvimos como una sinergia de poner en valor esto», rememora.

El sueño de la arqueóloga es que, una vez salgan todos los restos, el yacimiento pueda ser protegido y visitado por el público todo el año. Por el momento, el equipo tiene prevista una jornada de puertas abiertas el sábado 14 de septiembre. También han establecido los miércoles y jueves a partir de las 11 de la mañana para que cualquier persona interesada pueda acercarse a conocer estas ruinas.

Formación internacional

Para el desarrollo de la campaña de este año, el equipo cuenta con casi una treintena de voluntarios de arqueología y restauración en formación. Los jóvenes vienen de diferentes universidades y escuelas tanto nacionales -Madrid, Pontevedra o Sevilla- como internacionales -Francia y Túnez-.

En conversación con este periódico, los chicos aseguran que, a pesar del duro trabajo y el intenso calor, el esfuerzo vale la pena.

Además, tras el trabajo de la mañana, el equipo realiza diferente talleres en la tarde o disfruta de la piscina de Romangordo, localidad donde se alojan.

«Me enteré de la iniciativa por un chico de mi pueblo. Es mi segundo verano aquí y, como quiero dedicarme a la arqueología, esto es un buen entrenamiento», cuenta Noelia Hernández, una joven natural de Jaraíz de la Vera que ahora anima a otros compañeros de la Universidad Autónoma de Madrid a unirse a estas excavaciones.

«Yo he estado en otros yacimientos en Francia y cada uno es diferente, pero este tiene un nivel de conservación de los vestigios único. Es genial», comenta Anna Lafont-Chardin, estudiante de la Universidad de Lyon.

La experiencia internacional es otro de los grandes alicientes para los voluntarios: «Se generan debates muy interesantes entre arqueólogos y restauradores. El trabajar con compañeros de otros países también te da otro punto de vista», tercia Alberto Llamas, uno de los voluntarios más veteranos.

Ellos y sus compañeros, bajo el mando de Gilotte, van desvelando poco a poco los vestigios de esta extinta ciudad todavía desconocida pero que promete revelar nuevos conocimientos sobre la presencia árabe en Extremadura. Una de las tantas civilizaciones que ha dejado su huella en estas tierras pero de la que aún queda mucho por descubrir.

Madinat Albalat, con toda probabilidad, contribuirá a ello.